Santa Águeda habría nacido en la ciudad siciliana de Catania hacia el año 230 y muerto martirizada (muy joven) por Quinciano, el gobernador romano de la isla, el 5 de febrero del 251, día en que es recordada por la Iglesia católica.
La festividad de
Santa Águeda puede ser asimilada con las Matronalia romanas, fiestas celebradas
por las mujeres que eran madres durante las calendas de marzo, en honor del
dios Marte. En ellas, los criados gozaban de los mismos derechos que los
esclavos en las Sarturnalia (las fiestas del solsticio de invierno).
El martirio de Santa
Águeda consistió en el corte de sus pechos, cuyas heridas curó milagrosamente
el Apóstol San Pedro, que se le apareció una noche en la celda en que había
sido recluida por sus verdugos.
Atendiendo a la fecha
de su celebración, la de Santa Águeda es una festividad que sigue a la
Candelaria (2 de febrero), día en que se celebra la Presentación de Jesús en el
Templo y la Purificación de la Virgen María, al cumplirse los 40 días
preceptivos, según el rito judío, para que una mujer dejara de ser impura tras
haber dado a luz.
Y a su vez, Santa
Águeda precede a San Valentín (patrón de los enamorados). ¿Pero qué relación
puede haber entre ambas celebraciones? Los «Gozos» (oraciones impresas para ser
recitadas por los fieles, que gozaron de gran popularidad en el siglo XIX) a Santa
Águeda, refieren: «De vuestra extraña belleza, enamorado Quinciano, intentó
rendir tirano vuestra virginal pureza. Pero tus superiores talentos
confundieron al pretor y él, ciego de ira, apeló al rigor de ecúleos
tormentos». Obviamente ésta no es una historia de amor. Todo lo contrario. Hoy
en día sería un caso claro de delito de violencia de género. Quinciano no
hubiera entendido, ni por asomo, que «solo sí es sí».
¿Pero entonces, de
quién estaba enamorada Santa Águeda? Los Gozos nos dan, otra vez, la respuesta:
el esposo que Águeda anhela no es otro que el Cristo de los cristianos. «A
vuestro esposo Jesús anheláis y ferviente le rogáis que os suba a la eterna
vida».
Por otro lado, hoy en
día diríamos, sin duda alguna, que Águeda (o Ágata) fue una joven culta
–procedía de una familia noble, con posibles– y empoderada, pues en un tiempo
en que las mujeres estaban apartadas de todas las decisiones del poder, lo
desafió oponiéndose al todopoderoso cónsul romano Quinciano, a quien con su
probada superioridad oratoria acabó desquiciando.
Así mismo, Santa
Águeda es considerada como la patrona de las enfermeras, por haber sanado de la
mutilación de sus pechos. Una vez más, «los Gozos» de la santa nos lo explican:
«mujeres que os imploran, en los males de sus pechos, viéndolos por vos deshechos,
por su sanación os adoran».
Pero aún más. Pues
contuvo las lavas del Etna cuando a punto estaban de enterrar la ciudad de
Catania, en el año 251, se relacionó aquella masa de lava con las coladas de
bronce con que se funden las campanas y así es como Santa Águeda pasó también a
ser la patrona de los campaneros. Y tal vez por ello, desde mediados del siglo
XVI, son numerosas las campanas de catedrales e iglesias que llevan impresas,
en latín, las llamadas «Cartas de Santa Águeda»: Alma santa y voluntaria
víctima. Honró a Dios y salvó a la patria. Según su martirologio, es la misma
frase que apareció inscrita en la placa de mármol que un ángel descendido del
cielo colocó junto a su tumba, cuando acababa de ser enterrada en el sepulcro.
De manera que cada
vez que suenan las campanas, en cierto modo, tañen por boca de mujer, es decir
por Santa Águeda. Quizás por ello en muchos pueblos, llegado el 5 de febrero,
las mujeres se hacen con todo el poder y suben a los campanarios de las iglesias
para bandear las campanas como en un día de fiesta mayor.
Pero Santa Águeda
también antecede al Carnaval, fiesta de mecos y peirotes. Así, en algunas
localidades hacen un monigote personificando al malvado Quinciano, al que
queman, con un claro mensaje: «no queremos en nuestra sociedad a hombres que
maltratan a las mujeres».
En Mequinenza, las
mujeres adoptaban disfrazarse de hombres; en Alcañiz se iban juntas de
merienda, mientras que, en Escatrón, salen en procesión luciendo vistosos
trajes y mantos, llevando en la cabeza un pañuelo negro sobre el que portan una
cesta con panes. Es la procesión de las panbenditeras. Y todo, en recuerdo de
Águeda, la santa que fue todo un modelo cristiano del empoderamiento de la
mujer.
Artículo de Luis Merlo Marco en el Periódico de Aragón. Pinchar enlace…
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