jueves, 6 de febrero de 2025

Enlace amigo. Águeda, la santa empoderada

 

Santa Águeda habría nacido en la ciudad siciliana de Catania hacia el año 230 y muerto martirizada (muy joven) por Quinciano, el gobernador romano de la isla, el 5 de febrero del 251, día en que es recordada por la Iglesia católica.

La festividad de Santa Águeda puede ser asimilada con las Matronalia romanas, fiestas celebradas por las mujeres que eran madres durante las calendas de marzo, en honor del dios Marte. En ellas, los criados gozaban de los mismos derechos que los esclavos en las Sarturnalia (las fiestas del solsticio de invierno).

El martirio de Santa Águeda consistió en el corte de sus pechos, cuyas heridas curó milagrosamente el Apóstol San Pedro, que se le apareció una noche en la celda en que había sido recluida por sus verdugos.

Atendiendo a la fecha de su celebración, la de Santa Águeda es una festividad que sigue a la Candelaria (2 de febrero), día en que se celebra la Presentación de Jesús en el Templo y la Purificación de la Virgen María, al cumplirse los 40 días preceptivos, según el rito judío, para que una mujer dejara de ser impura tras haber dado a luz.

Y a su vez, Santa Águeda precede a San Valentín (patrón de los enamorados). ¿Pero qué relación puede haber entre ambas celebraciones? Los «Gozos» (oraciones impresas para ser recitadas por los fieles, que gozaron de gran popularidad en el siglo XIX) a Santa Águeda, refieren: «De vuestra extraña belleza, enamorado Quinciano, intentó rendir tirano vuestra virginal pureza. Pero tus superiores talentos confundieron al pretor y él, ciego de ira, apeló al rigor de ecúleos tormentos». Obviamente ésta no es una historia de amor. Todo lo contrario. Hoy en día sería un caso claro de delito de violencia de género. Quinciano no hubiera entendido, ni por asomo, que «solo sí es sí».

¿Pero entonces, de quién estaba enamorada Santa Águeda? Los Gozos nos dan, otra vez, la respuesta: el esposo que Águeda anhela no es otro que el Cristo de los cristianos. «A vuestro esposo Jesús anheláis y ferviente le rogáis que os suba a la eterna vida».

Por otro lado, hoy en día diríamos, sin duda alguna, que Águeda (o Ágata) fue una joven culta –procedía de una familia noble, con posibles– y empoderada, pues en un tiempo en que las mujeres estaban apartadas de todas las decisiones del poder, lo desafió oponiéndose al todopoderoso cónsul romano Quinciano, a quien con su probada superioridad oratoria acabó desquiciando.

Así mismo, Santa Águeda es considerada como la patrona de las enfermeras, por haber sanado de la mutilación de sus pechos. Una vez más, «los Gozos» de la santa nos lo explican: «mujeres que os imploran, en los males de sus pechos, viéndolos por vos deshechos, por su sanación os adoran».

Pero aún más. Pues contuvo las lavas del Etna cuando a punto estaban de enterrar la ciudad de Catania, en el año 251, se relacionó aquella masa de lava con las coladas de bronce con que se funden las campanas y así es como Santa Águeda pasó también a ser la patrona de los campaneros. Y tal vez por ello, desde mediados del siglo XVI, son numerosas las campanas de catedrales e iglesias que llevan impresas, en latín, las llamadas «Cartas de Santa Águeda»: Alma santa y voluntaria víctima. Honró a Dios y salvó a la patria. Según su martirologio, es la misma frase que apareció inscrita en la placa de mármol que un ángel descendido del cielo colocó junto a su tumba, cuando acababa de ser enterrada en el sepulcro.

De manera que cada vez que suenan las campanas, en cierto modo, tañen por boca de mujer, es decir por Santa Águeda. Quizás por ello en muchos pueblos, llegado el 5 de febrero, las mujeres se hacen con todo el poder y suben a los campanarios de las iglesias para bandear las campanas como en un día de fiesta mayor.

Pero Santa Águeda también antecede al Carnaval, fiesta de mecos y peirotes. Así, en algunas localidades hacen un monigote personificando al malvado Quinciano, al que queman, con un claro mensaje: «no queremos en nuestra sociedad a hombres que maltratan a las mujeres».

En Mequinenza, las mujeres adoptaban disfrazarse de hombres; en Alcañiz se iban juntas de merienda, mientras que, en Escatrón, salen en procesión luciendo vistosos trajes y mantos, llevando en la cabeza un pañuelo negro sobre el que portan una cesta con panes. Es la procesión de las panbenditeras. Y todo, en recuerdo de Águeda, la santa que fue todo un modelo cristiano del empoderamiento de la mujer.


Artículo de Luis Merlo Marco en el Periódico de Aragón. Pinchar enlace…

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