Es un mecanismo de cobertura del régimen especial de la Seguridad Social de los funcionarios del Estado, jueces, fiscales y trabajadores de la Justicia; miembros de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Civil en el que los beneficiarios acceden a las prestaciones a través de su mutualidad.
Están Muface, la Mutualidad General de Funcionarios
Civiles del Estado, la Mutualidad General Judicial (Mugeju) y el Isfas,
Instituto Social de las Fuerzas Armadas, Llevan muchos años en crisis, es algo
del pasado que ya está obsoleto o que hay que seguir manteniéndolo para evitar
colapsos sanitarios en la gestión de la sanidad pública.
Las compañías aseguradoras, las Mapfre, Sanitas, Caser,
DKV, Adeslas, Asisa, Nueva Mutua Sanitaria... dicen que en este siglo han
empezado a perder dinero y hay quien asegura que en dos años han perdido 600
millones de euros, por lo que hace ya tiempo que algunas decidieron no
participar en este servicio de mutualidad y otras se están separando ahora.
Los sindicatos apoyan a las mutualidades porque aseguran
que hay un derecho consolidado, pero con la boquita pequeña, lo que se está
viendo es que la colaboración entre la sanidad pública y privada está en crisis;
la sanidad pública está en aprietos, pero la privada está cada vez peor, ya
empiezan a tener problemas de falta de personal adecuado y aumentan las listas
de espera. La sanidad es cada vez más cara, cuando hay que hacer una actuación
costosa las aseguradoras mandan a sus clientes a ser usuarios de la pública.
Las empresas que gestionan las mutualidades piden más y más dinero al Estado.
Con el deterioro de la sanidad pública aumentan los seguros
privados de quienes se lo pueden permitir, por ejemplo, como en Aragón, la
prueba de ello es la creación de varios hospitales privados en Zaragoza.
Realmente la sanidad privada no puede costear el gran cúmulo de intervenciones
costosas con lo que se paga por un seguro; tendría que pagarse cantidades que
solo los muy ricos pueden permitírselo: la sanidad privada vale solo para una
segunda opinión y pequeñas intervenciones, o para derivaciones de la pública
que, en realidad, es para lo que se están haciendo estos hospitales de la
sanidad privada.
Las esperas
médicas, un mal endémico en la sanidad pública de todas las comunidades de
España, también han llegado a la privada. En Aragón, hay especialidades como
Oftalmología, Neurología u Oftalmología que, en algunos centros privados de
Zaragoza capital, acumulan hasta tres meses de demora para una consulta ¿El
motivo?
El fulgurante
incremento en los últimos años de los seguros privados entre la población,
especialmente tras la pandemia, que han generado una mayor presión asistencial.
Por otro lado, las plantillas de profesionales tampoco son boyantes, con falta
de personal en algunas especialidades y problemas para los grupos privados a la
hora de realizar contrataciones.
Los recursos
en la privada distan mucho de la pública; los pacientes pagan unas cuotas de
seguros que son de broma en algunos casos. ¿Cómo se sostiene? Pagando poco a
los médicos y disminuyendo el gasto en personal, con menos enfermería,
auxiliares.... Las ratios de personal en la privada son mucho menores que en la
pública.
Los
mutualistas tienen razón para sentirse agobiados por la incertidumbre de lo que
se les espera y que tengan una peor atención a futuro, y en general, el
personal de la pública teme que esta se colapse más todavía. Todo puede suceder
si se gestiona mal desde el Estado y desde las autonomías que, en realidad, son
estas últimas, las que tienen las competencias, y la desconfianza en las
administraciones públicas (en todas), en este momento es muy grande como para
confiar). Problemas no tendría que haber, solo aumentaría un 2% el número de pacientes en la pública y cotizarían ahora en ella. Pero lo habrá (por ser pesimistas
digo).
Lo que parece claro es que el modelo del mutualismo es
inviable y que hay que buscar una solución. Igual el colapso con el que nos
asustan autoridades, mutuas y gente del negocio no sería tal (ya saben que
ni la subida del salario mínimo interprofesional provocó el aluvión de cierres
empresariales que decían algunos, ni prohibir fumar en bares y restaurantes fue
mortal para el sector, ni otras catatumbes que iban a venir, como la que no nos
iban a pagar las pensiones si se subían más). Pero son
necesarios planes de actuación. La sanidad está bien gestionada desde las
autonomías, pero no vendría mal que el ministerio juntara a todos los actores
para evitar más agujeros sanitarios y tener una ruta a seguir. El mutualismo
tiene pinta de que, tarde o temprano, va a morir.
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