Tenemos otra terapia nueva, con el nombre horroroso de
Mindfulness, que parece que se refiere a la meditación budista. Lleva más de 40
años en los Estados Unidos y unos 15 años en Europa. El Mindfulness fue
llegando poco a poco a Europa y actualmente es una práctica que ha demostrado
ser beneficiosa en su aplicación en el mundo de la psiquiatría y la psicología,
principalmente como trabajo de prevención de enfermedades.
Yo conocí esta técnica de meditación y el yoga indio
cuando era adolescente gracia a unos libritos que publicaba una editorial católica
española. Especialmente los escritos de un tal Francisco García Salve que era
un sacerdote jesuita y comunista; una argamasa ideológica más explosiva y
peligrosa que el gobierno de Coalición entre el PSOE de Sánchez y UP que diría el
otra hora socialista Felipe González convertido ahora al integrismo
nacionalcatólico de la banca y de las multinacionales.
La meditación ordinaria no hay que confundirla con la
trascendente (que no la entiendo, por eso creo que es diferente, aunque soy
algo lego en esta materia de las meditaciones). La ordinaria occidental es
laica como dicen sus divulgadores, una copia materialista de la idealista y
mística del budismo, algo así como hicieron Marx y Engels con la filosofía
idealista alemana que la volvieron como un calcetín para hacerla materialista y
adaptarla al consumo de las clases trabajadoras occidentales que no van a misa
más que a los entierros y a las bodas, aunque le voten a las derechas por culpa
de Zapatero, los independentistas y el “solo sí es sí”.
Paco García Salve (al que los pensionistas de CCOO
pronto le haremos un homenaje en Farlete, su pueblo, en cuanto su alcalde que
es del PAR se atreva a dar el “visto bueno”, que no lo tiene claro porque los
del PAR son del OPUS). Paco García Salve, como digo, a las técnicas de
respiración y de meditación le añadía una alimentación fugaz y casi
vegetariana, pues por entonces, en los sindicatos todavía no habían entrado las
costumbres de las mariscadas y chuletón de ternera y todo eso, pues solo se iba
a comer, de incognito, a las tabernas de obreros por debajo del umbral de la
pobreza.
Otra técnica, en paralelo a estas a través de la
meditación, era la de “encontrarse uno a sí mismo”, como también aclaran
los divulgadores del “minifundis ese (que no sé por qué le han cambiado de
nombre). Yo intenté por todos los medios encontrarme a mí mismo porque soy muy
despistado y disperso en ideas, pero no lo conseguía, y menos ayunando; un día
que me desmelené un poco con los amigos a base de lifara recia y bebidas
espiritosas, al llegar a casa y verme en el espejo, me encontré a mí mismo. Fue
una experiencia trascendental; desde entonces que no soy el mismo (o sea, me encontré
a otro), y procuro combinar la meditación budista o del neoplatonismo, las
lechugas y borrajas, con el ternasco y la magra de pernil bien curada en la
sierra mudéjar de Teruel, que tiene su “usía”. El resultado es
transcendente; lo que se dice en política una confluencia “trasversal” y
en gastronomía un maridaje entreverado y plural como la sociedad misma que es
muy diversa y contracultural pues se parece a la papada de cerdo; pero siempre
habrá dogmáticos y aguafiestas que no estarán de acuerdo y sufren por ello.
Como dice Javier
García Campayo, psiquiatra: “La mayor parte del sufrimiento nos lo generamos
nosotros mismos” sobre todo cuando estamos bien, añadiría yo, porque
a veces nos quejamos con razón y no nos hacen caso, que eso también pasa y
entonces vienen los psiquiatras a decirnos que si estamos mal es porque
queremos, pues nos lo generamos nosotros porque no meditamos bien. Yo hace años
que la hago (meditación, no la transcendente) y me va muy bien, gracias al cura
Paco García Salve, que era como la madre Teresa de Calcuta, pero de izquierdas.
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