miércoles, 17 de octubre de 2018

Artículo. Los tontos de siempre.


           Se acusa al sistema autonómico español, de ser el causante de gran parte de la crisis que padecemos, es más, también la crítica le ha llegado, aunque en menor medida, al sistema municipalista, que es muy antiguo, pues proviene de la Edad Media. Se modernizó y adecuó al sistema democrático cuando las Cortes de Cádiz, y posteriormente con cada constitución o descostitución de las muchas que hemos tenido.

          El mundo está lleno de naciones con sistemas no centralistas. La mayoría de los países mayores o más relevantes tienen un sistema federal; las excepciones pueden ser, por ejemplo, Francia, Japón o China, que tienen nacionalidades muy homogéneas. O Italia, aunque alguno de estos países está descentralizando cada vez más la administración. Un caso curioso: En España, las izquierdas son mayoritariamente autonomistas o federales y las derechas no, y en Francia es al revés. Esto viene de que en Francia el liberalismo jacobino era muy centralista y en España esta corriente de liberalismo radical e intransigente fue federal e, incluso, cantonal. Aunque el cantonalismo era una simple voluntad de querer implantar el modelo suizo, si o si, como se dice ahora. Los cantonalistas no eran independentistas como se lee o se oye por ahí. Algunos personajes de la burguesía del Bajo Aragón se unieron al movimiento cantonal en el siglo XIX; cuando este fracasó se volvieron republicanos unitarios o incluso se pasaron a los partidos monárquicos de la derecha liberal.
          Entre los países descentralizados están: los EE. UU, Suiza, Alemania, Austria, los Emiratos Árabes Unidos, Rusia, India, Méjico, Argentina, Brasil, Venezuela, Canadá o Australia. La mayoría de ellos están desarrollados o son emergentes; algunos pequeños. Han adecuado su organización política a su idiosincrasia, a su historia, a su sociología y cultura, etc. En ninguno de ellos se le atribuye a su modelo de estado autonómico la causa de su retraso o de su perfil de corrupción. Si tienen esta o sufren de hipertrofia burocrática no se les ocurre cambiar su modelo federal; porque estos defectos son inherentes a su naturaleza política, económica o cultural, sin que tengan que ver con que sean modelos centralistas o más o menos federales.
          Algunos países (como los Estados Enidos), tienen autonomías (estados), comarcas (condados) y municipios. Todos tienen sus parlamentos y consejos municipales y de condado. Eligen sus alguaciles y jueces de paz, que tienen más competencia que los de los pueblos españoles y cobran. Y por supuesto administración para gestionar. O subrogada por empresas privadas de gestión, lo que también cuesta el mismo o más dinero. Esto no lo dicen; tienen menos funcionarios y personal laboral porque la gestión o los trabajos lo realizas empresas externas que cobran como es lógico para pagar a sus trabajadores y obtener beneficios.
          Hay pequeños países, como Suiza que también son federales o cantonales. Tienen diferentes iconos (escudos) y banderas para definir cada administración, cantón o estado sin que eso les suponga ningún problema. Francia es un estado unitario y muy centralista con una fuerte y gran administración pública, y tradicionalmente muy eficaz, al igual que China y Japón.
          El que un país sea unitario, federal o confederal no significa que tenga más o menos funcionariado o trabajador público, El desajuste o el exceso de trabajadores de las administraciones y empresas públicas sobre los agropecuarios, la industria o los servicios es una anomalía propia del subdesarrollo. La hipertrofia burocrática es una anormalidad de las sociedades poco desarrolladas económicamente y con bajo sector productivo.
          En España, determinados sectores de la población no han asumido la descentralización del estado por cuestiones ideológicas; la crisis económica acentuada en España por la deslocalización de empresas, la desindustrialización del país que se ha llevado a cabo en los últimos años, destruyendo enormes sectores productivos de la industria pesada y manufacturada, y también  del sector agrícola y ganadero, que se ha dado a favor de otros países de Europa, desde nuestra entrada en la UE, ha acentuado la crítica al sistema autonómico al que se le acusa de ser una carga burocrática, cara y despilfarradora.
          Se genera la idea de que debe reducirse las administraciones públicas, algo que no van a hacer ni los que lo dicen si llegaran a gobernar, porque un estado moderno, sea unitario o federal necesita inevitablemente de unas potentes administraciones públicas, de funcionarios y trabajadores no elegidos a dedo, que lo sean por concurso, mérito y oposición para evitar que los poderes ejecutivo, judicial y legislativo, así como los lobbies corporativos o partidos políticos sean quienes los pongan o den el trabajo a empresas amigas. Proponer la reducción de las administraciones publicas para ahorrar es algo profundamente reaccionario y de mentalidad subdesarrollada.
          Existen sectores muy amplios en la población que sienten España como “Una Grande y Libre”, y agitan su odio hacia el modelo autonómico, de la misma manera que algunos nacionalistas periféricos instrumentalizan su odio al sentimiento unitario español. Los grandes partidos nacionalistas, sean de nacionalismo español, catalán o vasco, son de derecha conservadora y tienen y defienden el mismo modelo económico y responden a los intereses de los grupos de la gran burguesía y elites económicas corporativas, pero están enfrentadas en su lucha por ser hegemónicas, como es el caso de la española o pretenden librarse de tutelas porque creen que les irá mejor, como es el caso de las del País Vasco y la catalana. Estos últimos quieren librase del Estado Español y colocarse autónomamente en Europa porque al resto de España la consideran más atrasada, aunque eso (que hace unas décadas era verdad), hoy en día es un anacronismo y ya no es cierto, sobre todo en el caso de Cataluña que sufre los mismos problemas de desindustrialización, burbuja inmobiliaria, corrupción y desajuste burocrático de sus administraciones que el resto de España.
          El pueblo, al que dicen defender, les importa un pimiento, lo manipulan
para sus intereses.
          Las clases medias y bajas tienen poco que ganar en estas reyertas y mucho que perder si se enconan. Pero, han aprendido a instrumentalizar los sentimientos patrióticos de la gente que, en esto de los sentimientos, a veces, la razón y la racionalidad no encuentran lugar. Sin embargo, si hay que atacar y la gente se enfrenta unos con otros, con violencia, no irán ellos al frente. Sino los tontos de siempre.

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