viernes, 9 de febrero de 2018

ArtiCulo. El hábito no hace al monje/a.

Irene Montero
Hace un tiempo que empezó a escucharse en "los medios de comunicación", lo de los jóvenes y jóvenas para citar a las juventudes, porque decir solo "los y las jóvenes parece que no cumplía con la igualdad que reclama el movimiento feminista. En contra, La Real academia de la Lengua (poco feminista y como su nombre indica monárquica), se empeña en no usar siquiera lo de las/los por repetitivo, pues nos enseña que basta con citar "los Jóvenes”, simplemente, que es genérico, para nombrar a la juventud.
Luego vino lo de "los miembros y las miembras de este parlamento", en vez de decir: sus señorias; en todo caso debería decirse (digo yo, con perdón): "sus señorías y sus señoríos parlamentarios y parlamentarias".

Ahora ha sido Irene Monterero, “portavoza” de Podemos la que intenta popularizar esta palabra para nombrar a las portavoces femeninas de los grupos parlamentarios. No vale con introducir el artículo "la", hay que terminar la palabra con la letra “a” “finala”, que parece que es esta vocal la que determina el género o el sexo (o las dos cosas, que no me aclaro muy bien).
Irene Montero me gusta; tiene la misma rasmia o más que la “portavoza” de Ciudadanos,  Inés Arrimadas, pero, además, mayor nivel político, por lo menos del nivel político mío, y entre las dos, más que entre todos los parlamentarios varones. Me sorprendió muy favorablemente cuando apareció interviniendo en el Congreso; pero no sé yo si tiene razón en esto de que hay destruir el lenguaje machista o sexista para avanzar en la igualdad de la mujer con el Hombre. Esta hipótesis viene desde que en el movimiento feminista se ha ido introduciendo, cada vez con más fuerza, la idea de que modificando el lenguaje y la escritura se contribuye con determinación al cambio social. Vamos, como cuando el director de mi empresa me invitaba (cuando era yo secretario del comité de empresa), a que le tratara de “tu” porque en la empresa se había impuesto ya el lenguaje igualitario y campechano liberal y anarquista, mientras se estaba recuperando el autoritarismo patronal y recortando el poder sindical y de participación de los trabajadores en las decisiones de la empresa.

No sé si se terminará imponiendo la palabra “portavoza”, tampoco me importa mucho porque yo fui poco a la escuela y siempre he sido algo mal hablado por poco ilustrado, pero ejemplos anteriores hay; además de las palabras “alcaldesa” y “jueza” ya consolidadas o "medíca", en trance de consolidarse, por lo menos en Aragón, ya podemos decir de las oficialas guardiacivilas: “a sus órdenes mi tenienta”, o sea. Ya aquí coronamos a la Virgen del Pilar (la Pilarica), como “La capitana de la tropa aragonesa”. Así que tampoco hay que escandalizarse. Pero, que modificando el lenguaje se cambia la sociedad…, pues, después de la experiencia histórica con las excentricidades de sofistas, fariseos y jesuitas; de los embaucadores y charlatanes de la política, maestros en la utilización hipócrita del lenguaje; de la exaltación de lo políticamente correcto y de la utilización de la doble moral en la práctica…, vamos, no veo yo mucha ciencia, más creo que es superstición en el poder de las palabras. Son los hechos los que cambian la realidad; el lenguaje es un mero auxiliar.

2 comentarios:

  1. Los artículos (no las articulas) son los que designan el género masculino y el femenino.
    En aras de la igualdad entre hombres y mujeres lo fundamental es el derecho, no la gramática.
    Abuelo es masculino, abuela es femenino, pero no toda palabra que acaba en “o” es masculina (“a”) ni toda palabra que acaba en “a” es femenino (“o”).
    La igualdad en la gramática no significa 50% porque podríamos llegar al absurdo de pedir igualdad, por ejemplo, en la denominación de los meses del año: enero, febrera, marzo, abrila, mayo, junia… y además resultaría fácil porque son seis de cada.
    Son muchas otras cosas las que habría que cambiar y, para mi, es la mentalidad una de las principales.
    Cuando hablamos de un “coñazo” nos referimos a algo malo pero si es “cojonudo” es bueno…

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  2. Yo lo escribo con ironía porque me parece un exceso, aunque me considero feminista (o feministo). De la gramática me esfuerzo en no caer en grandes errores, pero, como he escrito otras veces, me dieron el certificado de escolaridad por aburrimiento del maestro y del inspector de Instrucción del Movimiento, pues apenas llegue al aprobado. Además no creo en esa relevancia que se le da al lenguaje para combatir el machismo en la sociedad.
    Manuel Martín Mombiela.

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