La mayor parte de
la opinión española cree que Halloween es una fiesta estadounidense que ha
"invadido" España por la influencia cultural de los Estados Unidos de
América a través medios de comunicación, Hollywood y series televisivas
que nos han culturizado. Sin embargo, estas tradiciones se celebraban en
España, aunque con otros nombres, antes incluso de que existiera Estados
Unidos. Se puede considerar que Halloween también es una tradición ibérica,
aunque su actual resurgimiento está claramente relacionado con la cultura
importada desde Estados Unidos.
En España hay un
número considerable de tradiciones relacionadas con espíritus, siendo
probablemente las más famosas las meigas y la Santa Compaña de Galicia. En
Asturias, en el siglo XVIII, los niños llevaban lámparas y pedían comida a las
puertas de las casas durante esa noche. En nuestro pueblo, en Samper, cuando
era niño, nuestros padres nos vaciaban una calabaza a las que le hacían
agujeros en su interior para simular una cara con ojos, nariz y boca y se
introducía una vela o luz dentro de la calabaza, con el objetivo de invocar
espíritus y asustar a la gente generando una atmósfera de terror. En muchos
pueblos esa noche solo estaban iluminadas las calabazas y las hogueras. Para
hacer estas decoraciones se solían utilizar calabazas, aunque también se hacían
con calabacines, botijos, ollas.
Decorar calabazas
esta noche es también una tradición practicada en toda España y América Latina.
Era una costumbre
muy habitual en algunos pueblos tocar la campanilla durante esa noche hasta la
madrugada y en muchas ocasiones la gente iba vestida de negro. Se llevaban a
los cementerios luces para "guiar" a los muertos y se limpiaban las
tumbas. En las afueras de Soria, se celebra una procesión muy famosa llamada
"Ritual de las Ánimas", en el que las personas cantan por la noche mientras
llevan en las manos velas protegidas por botes, calabazas o cacharros de barro
agujereados para finalmente hacer una gran hoguera. Esta tradición fue
inmortalizada por Gustavo Adolfo Bécquer en su cuento de terror "El monte
de las ánimas" (1862).
En la gastronomía
de esos días de ánimas, difuntos o Todos los Santos, es bastante común el
consumo de alimentos propios de estas fechas como: los buñuelos de viento, los
huesos de santo, panellets, etc., y en algunos sitios se hacían también muñecos
para remarcar el terror como ahora.
La sociedad ha
cambiado y ahora la fiesta está muy influenciada por el nuevo concepto del dispendio
desbocado que ha impulsado esta fiesta a un consumismo mayor; ya no
son solo los niños quien festejan con una vela, una calavera y cuatro
caramelos. Empezaron los adolescentes en los institutos y universidades y
ahora somos los mayores, incluso los de la tercera edad, los que se ríen de la
muerte (a la que tanto tememos en nuestro universo cristiano, aunque sea una
paradoja o contradicción, pues creemos que existe otra vida mejor). O a lo
mejor es por eso, por que creemos en otra vida mejor, por lo que nos reímos de la muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario