lunes, 24 de octubre de 2022

Comentario. La noche de difuntos, llamada por gente rara de Halloween.

La mayor parte de la opinión española cree que Halloween es una fiesta estadounidense que ha "invadido" España por la influencia cultural de los Estados Unidos de América a través medios de comunicación, Hollywood y series televisivas que nos han culturizado. Sin embargo, estas tradiciones se celebraban en España, aunque con otros nombres, antes incluso de que existiera Estados Unidos. Se puede considerar que Halloween también es una tradición ibérica, aunque su actual resurgimiento está claramente relacionado con la cultura importada desde Estados Unidos.
En España hay un número considerable de tradiciones relacionadas con espíritus, siendo probablemente las más famosas las meigas y la Santa Compaña de Galicia. En Asturias, en el siglo XVIII, los niños llevaban lámparas y pedían comida a las puertas de las casas durante esa noche. En nuestro pueblo, en Samper, cuando era niño, nuestros padres nos vaciaban una calabaza a las que le hacían agujeros en su interior para simular una cara con ojos, nariz y boca y se introducía una vela o luz dentro de la calabaza, con el objetivo de invocar espíritus y asustar a la gente generando una atmósfera de terror. En muchos pueblos esa noche solo estaban iluminadas las calabazas y las hogueras. Para hacer estas decoraciones se solían utilizar calabazas, aunque también se hacían con calabacines, botijos, ollas.
Decorar calabazas esta noche es también una tradición practicada en toda España y América Latina.
Era una costumbre muy habitual en algunos pueblos tocar la campanilla durante esa noche hasta la madrugada y en muchas ocasiones la gente iba vestida de negro. Se llevaban a los cementerios luces para "guiar" a los muertos y se limpiaban las tumbas. En las afueras de Soria, se celebra una procesión muy famosa llamada "Ritual de las Ánimas", en el que las personas cantan por la noche mientras llevan en las manos velas protegidas por botes, calabazas o cacharros de barro agujereados para finalmente hacer una gran hoguera. Esta tradición fue inmortalizada por Gustavo Adolfo Bécquer en su cuento de terror "El monte de las ánimas" (1862).
En la gastronomía de esos días de ánimas, difuntos o Todos los Santos, es bastante común el consumo de alimentos propios de estas fechas como: los buñuelos de viento, los huesos de santo, panellets, etc., y en algunos sitios se hacían también muñecos para remarcar el terror como ahora.
La sociedad ha cambiado y ahora la fiesta está muy influenciada por el nuevo concepto del dispendio desbocado que ha impulsado esta fiesta a un consumismo mayor; ya no son solo los niños quien festejan con una vela, una calavera y cuatro caramelos. Empezaron los adolescentes en los institutos y universidades y ahora somos los mayores, incluso los de la tercera edad, los que se ríen de la muerte (a la que tanto tememos en nuestro universo cristiano, aunque sea una paradoja o contradicción, pues creemos que existe otra vida mejor). O a lo mejor es por eso, por que creemos en otra vida mejor, por lo que nos reímos de la muerte. 

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