miércoles, 16 de agosto de 2023

Artículo. La superación de los traumas infantiles

  Por medio del psicoanálisis

Los traumas infantiles determinan nuestra personalidad, me lo dijo un amigo argentino que conocí en Zaragoza, vino a estudiar medicina a la universidad de la ciudad pues le habían dicho que era una de las mejores del mundo. Nunca pasó del tercer curso porque estaba implicado en cuestiones políticas y le iba más la filosofía, las mujeres y la noche zaragozana que el estudio de la medicina. Desapareció una vez que se fue de visita a su tierra cuando mandaba el dictador Videla. Era hijo de un magnate argentino fascista que maltrataba a su madre, católica piadosa y a su familia, miembros del Partido Cívico Radical, a los que extermino la dictadura.

Decía que era anarquista y simpatizaba con los peronistas montoneros, pero me impresionaba que me tratara de usted e, incluso, de vos como en la Edad Media, algo que no me parecía propio de un anarquista; no sé qué pensaría del lenguaje inclusivo actual que se habla y escribe cada vez más en España.

El lenguaje cambia, evoluciona y se adapta a los tiempos en los que tiene que ser útil, y no se mantiene como una herramienta obsoleta que ya no sirva para expresar los sentimientos y las acciones de la vida cotidiana; en Samper antes se decía “vete con mi” y “me voy con tu, por ejemplo; nadie diría ahora: “donde quiera que fueres, haz lo que vieres”, suena a arcaico o pedante. Y también influyen las modas, y los modos; antes los maestros trataban de usted a los alumnos y los alumnos de usted a los profesores, 

Dicen que el tuteo lo trajo a España el movimiento sindical en los años 30 del siglo pasado (la UGT y CNT), luego el nacionalsindicalismo de Falange lo asumió y lo consolido socialmente durante la posguerra.  El sindicalismo ha contribuido a modificar el lenguaje en España al igual que otros movimientos cívicos como el feminismo o la ecología. Una vez me llamo el director de mi empresa y me dijo: “trátame de tu, que me haces viejo llamándome de usted”, quedé estupefacto y confuso con esas confianzas; luego comprobé que me había metido en la lista de afectados por una reducción de plantilla. Pero nos tuteamos, que es un gran avance social.

Nunca he pensado, tampoco, que porque me traten de usted me hacen viejo; es una fórmula de cortesía y de respeto.

Pero volviendo a los traumas de la infancia, creía mi amigo argentino que mi timidez y mis complejos se debían a los traumas de mi niñez, seguramente por haberme criado en una familia desestructurada, y se propuso curarme practicando conmigo dos métodos; el primero el psicoanálisis, retrocediendo a lo más que recordaba de mi tierna infancia. El segundo la regresión hipnótica por medio de hipnosis inducida, pero eso apenas lo llegamos a practicar, pues no era un experto y se juntaba lo real de mis sueños con las fantasías de mis ensueños, y para despejar eso había que ser muy instruido en las ciencias ocultas.

Recuerdo que una cosa que me causaba turbación y vergüenza en mi más tierna infancia era llevar braguitas como las niñas por que se me reían en la escuela preescolar de doña María. A los niños que llevaban bata les llenábamos “chicotas” con toda esa malicia que suelen tener los chicos en esas edades, en contra de lo que se cree, que, de angelitos, los niños, tienen poco. Posiblemente ese revote machista que tienen algunos hombres se deba al trauma experimentado por vestirlos como chicas en la infancia, solo comparable a las chicas que les obligaban a jugar con monchas (muñecas) y cocinicas, que nunca se hicieron hombres ni nada de provecho.

El trauma más grande que recuerdo es cuando me enteré de que los reyes magos que venían a Samper no eran los reales de Oriente, que solo iban a Madrid donde estaba la Plaza de Oriente que es donde tenían que ir, ni siquiera a Barcelona a pesar de que tenía puerto (entonces, ahora no lo sé). En Samper hacían de reyes Jorge Mediavilla, el tío Chilandro y creo que el tío Garay, que se disfrazaban de moros para el evento. Me lo descubrió un amigo que me confirmo que el caballo que llevaba Gaspar era la yegua de su padre (el muy cabrón), fui a casa llorando y a partir de entonces ya no me trajeron nada los Reyes. No me podía creer que mis padres además del trauma de la mala noticia aprovecharan para no escribir más a los Reyes Magos (Entonces, además, a Papa Noel ni estaba ni se le esperaba).

Se empeñaba, este amigo mío argentino, que mis padres me maltrataron y aunque intentaba convencerle de lo contrario me decía que sufría yo el “síndrome de Estocolmo” que lo tienen los que defienden a sus torturadores, como esas mujeres que no quieren denunciar a los maridos que les pegan y aun les pegan más fuerte por haberlo hecho público. Pero los quieren y les perdonan; el amor es irrefrenable.

Tardé en madurar y mis amigos no me dejaban responsabilidades dentro de la cuadrilla o pandilla que formamos bajo juramento en un sitio oculto cerca del Pozo Caracol y que llamábamos “punto X”; yo nunca supe dónde estaba ese lugar (porque solo era un aprendiz iniciado), donde decían que iban con las chicas más guapas del pueblo; ni juré nada, por supuesto. Llegué a creer, ya de mayor cuando espabilé, que no existía ese lugar pues por más que indagué nunca vi ninguna choza o caseta como la describían mis amigos; fue tal el trauma que sufrí por esta desconsideración, que me costó socializarme con la gente, pero me libré de algunas fechorías que se hicieron como la de la vez aquella en la que mi pandilla apedreo el talgo Madrid-Barcelona rompiendo un cristal del tren e hiriendo a una pasajera. Casi vamos todos a la cárcel (menos yo que no se enteraron de que era de la pandilla porque era irrelevante), pero al final todos se libraron porque había implicados que eran hijos de las fuerzas vivas del pueblo de entonces.

Como era tímido, como digo, me costaba un horror el estrenar unos zapatos o un traje; en mi familia no entendía que no quisiera estrenar algo porque llamaba la atención. Me causo varios traumas. Muy fuerte fue cuando vino el verano del último año de mi infancia; ya dejé de ir a la escuela y aun así me hicieron llevar pantalones cortos. Se me reían los amigos; ahora los llevan ellos con setenta años y no se acuerdan lo que les cuento y el trauma que me causaron por burlarse de mí.

Otro trauma gordo que recordé, gracias al sicoanálisis, fue el engaño que me hicieron con el hombre de las narices (creo que lo he contado alguna vez, porque ya me repito). No uno, sino dos años me engañaron. Salía al Plano de la Cruz, el día 31 de diciembre porque me decían que por allí tenía que llegar un hombre que tenía tantas narices como días tenía el año. Y nuca vi a nadie con más de una nariz.

Hasta entonces siempre había pensado que nadie mentía si no era por una buena causa, a partir de entonces empecé a dejar de tener fe en la humanidad.

Mi amigo decía que los traumas de la infancia pueden derivar con los años a personalidades toxicas y conflictivas y, en el peor de los casos, a personalidades sicópatas (que hay muchas por ahí, y no miro a nadie), que pueden incluso llegar a asesinar. Por eso hay que corregirlo con psicoterapia, psicoanálisis o con regresiones hipnóticas realizadas por expertos.

Los más radicales dicen que puede originar la homosexualidad debido a la educación represiva nacionalcatólica (en la gente de mi generación), o viceversa; debido al libertinaje y a la permisividad de la sexualidad hombre-mujer que hay ahora, pero yo creo que esa opinión es en sí misma psicopática. También tendemos a calificar a algunos políticos de psicópatas porque fueron niños quizá inseguros, empollones, consentidos, superdotados pero incomprendidos; con carencias afectivas que ahora se vengan con la ciudadanía, aunque esto es adentrase en terreno desconocido, al menos para mí.

Solo diré que gracias al psicoanálisis que me hizo mi amigo argentino hoy soy una persona madura y, sobre todo, cuerda, que ha superado todos los graves traumas de mi infancia. Gracias a Facebook, pudo contactar hace unos meses conmigo este antiguo amigo mío que creía asesinado por la dictadura de Videla y me dice que se acaba de jubilar de funcionario en Argentina. Ahora milita en el movimiento anarco-liberal de extrema derecha, un movimiento que está surgiendo con mucha fuerza en ese país.

Me cuenta que gracias al psicoanálisis sobrevivió y ahora es un flamante intelectual de la nueva derecha argentina. Me alegro por él; yo todavía sigo siendo de izquierdas, pero es que soy muy dejado y hace tiempo que no me psicoanalizo ni nada.

1 comentario:

  1. Interesante disertación-disgresión de un pasado no tan lejano y un presente...
    "el mañana no está escrito" dijo el poeta
    Gracias y que las musas te asistan.

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