La tensión entre Podemos y Podem (Podemos en Cataluña) con
el 1-O de música de fondo que avivó el sábado Albano Dante Fachin al reclamar
el fin de las "injerencias" de dirigentes estatales ha tenido este
mismo lunes respuesta por parte de Pablo Echenique. Leer todo el artículo...
Podemos
ha sido un partido que ha tenido la virtud de crear un revulsivo en gran parte
de la sociedad española (especialmente en las nuevas generaciones), contra el
déficit democrático del “Régimen de la Reforma Política” y de los partidos
políticos que se presentan a las elecciones. Da la impresión de que estos partidos
no sabían lo que es un organigrama y una cultura democrática de funcionamiento
interno. Hacían sus congresos, elegían sus líderes, pero lo hacían para cumplir
el trámite burocrático que aprendieron en un curso por correspondencia; en el
fondo, la confrontación dialéctica lo consideraban un defecto que mina la
unidad del partido y favorece a los rivales políticos.
La
consecución de la síntesis como superación y enriquecimiento ideológico causado
por el enfrentamiento de las tesis y antítesis que se da en todo cuerpo doctrinal
no entraba dentro de unas organizaciones que, aunque tienen algo de
democráticas, estaban todavía en las calendas del dogmatismo político propio de
las culturas anteriores a la ilustración.
Quizá
el defecto de Podemos ha sido que se creyó, un tanto pretenciosamente, que
había descubierto el método democrático que tiene ya casi 150 años de
antigüedad, mismamente desde que el “Movimiento republicano, demócrata, federal
y confederal, apareció por Occidente hacia mediados del siglo XIX. Otra cosa es
que en muy pocos países haya arraigado de verdad esta cultura política. España
no ha sido uno de ellos. Tambien es normal que en países subdesarrollados o en
vías de desarrollo no la tengan. Cada sociedad necesita transcender un periodo
histórico y no se puede pasar a una fase superior saltándose otra intermedia;
el drama de España es que, a pesar de haber llegado al desarrollo industrial y
económico similar a los países de su entorno, en este tema está muy retrasado.
Sufre un desencaje grave; bastante más grave que otras sociedades que vienen de
más atrás, pero evolucionan de forma más ordenada o equilibrada.
Las
asambleas, agrupaciones, roldes, células o círculos de base; la elección de
representantes a las asambleas, congresos o conferencias de ámbito superior; la
elección de los órganos, comités, juntas o consejos superiores; la
subordinación de los órganos inferiores a los superiores (es decir, del comité
de dirección a los comités intermedios y de estos al congreso o asamblea); la
libertad de discusión y la unidad de acción; el derecho a poder creas
tendencias y facciones internas respetando las decisiones mayoritarias pero
respetando y legitimándo estatuariamente a las minorías.
La
confederalidad, en el caso de que haya organizaciones territoriales autónomas;
las consultas a las bases afiliadas y la posibilidad de elección directa de sus
líderes, etc., es el “ABC” de la democracia partidista; pero aquí los partidos
demócratas se parecen más a las organizaciones jerárquicas como la Iglesia o
las masonerías regulares o liberales, que al modelo demócrata republicano. Los
partidos políticos y los sindicatos son más sociedades corporativas y gremialistas
que organizaciones representativas de su afiliación o electorado, a pesar de
las buenas tradiciones del republicanismo, de la socialdemocracia y de la CNT
anteriores a la Guerra civil que solo recuperaron parcialmente la UGT, CC. OO e
Izquierda Unida. Esta última con escasa influencia electoral.
Un
partido institucional con relevancia electoral como Podemos no puede tomas sus
decisiones en asambleas espontáneas realizadas en una Plaza; sin afiliados
reconocibles que paguen la cuota o incluso sean de otro partido. Lo normal
es que Podemos se convierta en un partido homologable a los partidos democráticos
de su entorno, pero esto crea desconcierto en una base social y electoral a la
que se le ha estado educando en un modelo de partido asambleario en donde uno
acude a su asamblea y vota según se haya levantado ese día con ganas o
desganado y donde se dijo que ser político profesional es intrínsecamente malo
y perverso. Porque eso es lo que son ahora ya los representantes de Podemos en
las instituciones, sobre todo en las ciudades, autonomías y el Estado; políticos
profesionales, y eso no es malo ni lo que produce la corrupción; eso es bueno,
necesario y democrático. Y que cobren los políticos por su trabajo tambien.
Tambien es bueno y necesaria la divergencia y
división partidista que en este país se ve como algo malo por la ciudadanía
porque aquí todavía estamos con una visión caudillista de los partidos
políticos. El electorado español no castiga a los partidos corruptos, castiga a los
partidos que tienen divergencias cuando debería ser al revés porque tener
divergencias es lo normal en un partido representativo de un amplio sector de
la ciudadanía no dogmática ni fundamentalista.
Podemos
se está convirtiendo en un partido democrático convencional, pero corre el
peligro de que reproduzca los errores de los demás, como el caudillismo, el sectarismo
entre las diversas corrientes del partido que no se reconocen entre si, y el
que transmitan una visión de divergencia que, siendo natural en un partido con
millones de votantes y cuadros intermedios ideologizados, sean penalizado por
un electorado que los ve como uno más del sistema. Eso sería malo para Podemos,
pero fatal para el impulso regenerador de los demás partidos españoles que se
les iría las pocas ganas que ya tienen de regenerarse una vez que el colectivo
que tanto les asustaba porque les podía quitar la "manduca" ya no les de miedo.
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