jueves, 3 de agosto de 2017

ArtiCulo. El problema de un partido que quiere ser democrático al enfrentarse con la realidad.

La tensión entre Podemos y Podem (Podemos en Cataluña) con el 1-O de música de fondo que avivó el sábado Albano Dante Fachin al reclamar el fin de las "injerencias" de dirigentes estatales ha tenido este mismo lunes respuesta por parte de Pablo Echenique.  Leer todo el artículo...
          Podemos ha sido un partido que ha tenido la virtud de crear un revulsivo en gran parte de la sociedad española (especialmente en las nuevas generaciones), contra el déficit democrático del “Régimen de la Reforma Política” y de los partidos políticos que se presentan a las elecciones. Da la impresión de que estos partidos no sabían lo que es un organigrama y una cultura democrática de funcionamiento interno. Hacían sus congresos, elegían sus líderes, pero lo hacían para cumplir el trámite burocrático que aprendieron en un curso por correspondencia; en el fondo, la confrontación dialéctica lo consideraban un defecto que mina la unidad del partido y favorece a los rivales políticos.

          La consecución de la síntesis como superación y enriquecimiento ideológico causado por el enfrentamiento de las tesis y antítesis que se da en todo cuerpo doctrinal no entraba dentro de unas organizaciones que, aunque tienen algo de democráticas, estaban todavía en las calendas del dogmatismo político propio de las culturas anteriores a la ilustración.
          Quizá el defecto de Podemos ha sido que se creyó, un tanto pretenciosamente, que había descubierto el método democrático que tiene ya casi 150 años de antigüedad, mismamente desde que el “Movimiento republicano, demócrata, federal y confederal, apareció por Occidente hacia mediados del siglo XIX. Otra cosa es que en muy pocos países haya arraigado de verdad esta cultura política. España no ha sido uno de ellos. Tambien es normal que en países subdesarrollados o en vías de desarrollo no la tengan. Cada sociedad necesita transcender un periodo histórico y no se puede pasar a una fase superior saltándose otra intermedia; el drama de España es que, a pesar de haber llegado al desarrollo industrial y económico similar a los países de su entorno, en este tema está muy retrasado. Sufre un desencaje grave; bastante más grave que otras sociedades que vienen de más atrás, pero evolucionan de forma más ordenada o equilibrada.
          Las asambleas, agrupaciones, roldes, células o círculos de base; la elección de representantes a las asambleas, congresos o conferencias de ámbito superior; la elección de los órganos, comités, juntas o consejos superiores; la subordinación de los órganos inferiores a los superiores (es decir, del comité de dirección a los comités intermedios y de estos al congreso o asamblea); la libertad de discusión y la unidad de acción; el derecho a poder creas tendencias y facciones internas respetando las decisiones mayoritarias pero respetando y legitimándo estatuariamente a las minorías.
          La confederalidad, en el caso de que haya organizaciones territoriales autónomas; las consultas a las bases afiliadas y la posibilidad de elección directa de sus líderes, etc., es el “ABC” de la democracia partidista; pero aquí los partidos demócratas se parecen más a las organizaciones jerárquicas como la Iglesia o las masonerías regulares o liberales, que al modelo demócrata republicano. Los partidos políticos y los sindicatos son más sociedades corporativas y gremialistas que organizaciones representativas de su afiliación o electorado, a pesar de las buenas tradiciones del republicanismo, de la socialdemocracia y de la CNT anteriores a la Guerra civil que solo recuperaron parcialmente la UGT, CC. OO e Izquierda Unida. Esta última con escasa influencia electoral.
          Un partido institucional con relevancia electoral como Podemos no puede tomas sus decisiones en asambleas espontáneas realizadas en una Plaza; sin afiliados reconocibles que paguen la cuota o incluso sean de otro partido. Lo normal es que Podemos se convierta en un partido homologable a los partidos democráticos de su entorno, pero esto crea desconcierto en una base social y electoral a la que se le ha estado educando en un modelo de partido asambleario en donde uno acude a su asamblea y vota según se haya levantado ese día con ganas o desganado y donde se dijo que ser político profesional es intrínsecamente malo y perverso. Porque eso es lo que son ahora ya los representantes de Podemos en las instituciones, sobre todo en las ciudades, autonomías y el Estado; políticos profesionales, y eso no es malo ni lo que produce la corrupción; eso es bueno, necesario y democrático. Y que cobren los políticos por su trabajo tambien.
          Tambien es bueno y necesaria la divergencia y división partidista que en este país se ve como algo malo por la ciudadanía porque aquí todavía estamos con una visión caudillista de los partidos políticos. El electorado español no castiga a los partidos corruptos, castiga a los partidos que tienen divergencias cuando debería ser al revés porque tener divergencias es lo normal en un partido representativo de un amplio sector de la ciudadanía no dogmática ni fundamentalista.
          Podemos se está convirtiendo en un partido democrático convencional, pero corre el peligro de que reproduzca los errores de los demás, como el caudillismo, el sectarismo entre las diversas corrientes del partido que no se reconocen entre si, y el que transmitan una visión de divergencia que, siendo natural en un partido con millones de votantes y cuadros intermedios ideologizados, sean penalizado por un electorado que los ve como uno más del sistema. Eso sería malo para Podemos, pero fatal para el impulso regenerador de los demás partidos españoles que se les iría las pocas ganas que ya tienen de regenerarse una vez que el colectivo que tanto les asustaba porque les podía quitar la "manduca" ya no les de miedo.

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