No sé ustedes, pero yo cuando
voy a un “muerto” (entierro) en el
cementerio del pueblo, al final, mientras entierran al difunto o difunta o se le
da el pésame a los familiares, cosa que me da mucho “corte” el hacerlo -en reata, como si fuera un besamanos-, me doy un
recorrido por el camposanto, donde están enterrados parientes o conocidos, por
ver si están bien o han desmejorado.
En uno de estos últimos, me
paré ante la lápida de una señora muy conocida mía que murió vieja, muy vieja,
cuando yo casi no era ni un adolescente. ¡Murió a los sesenta y un años de edad,
según rezaba la lápida! Varios menos de los que yo tengo ahora, que acabo de
cumplir los sesenta y cuatro, que soy todavía joven según el Instituto Nacional
de Estadística. ¿Cómo es que aquella paisana mía era tan vieja cuando murió?,
si solo tenía sesenta y un años y yo soy tan joven todavía con sesenta y
cuatro.
¿Qué nos impide, pues,
trabajar?, Si somos más jóvenes y estamos como pimpollos, ¿Por qué jubilarnos
tan pronto? –dicen los sabios y expertos en pensiones…-.
El trabajo fue impuesto a la
humanidad por Dios como una penitencia por el pecado de nuestros primeros
padres, que no se lo vamos a perdonar nunca por muy primeros padres que fueran. Eso sí
que es malo (la penitencia que nos impuso el Señor). Lo que no se entiende es
que esa penitencia siga después del bautismo, que quita el pecado original, o
después de haberse confesado y obtener la absolución. El pecado se perdona pero
la penitencia de “ganar el pan con el sudor de la frente” dura toda la vida (la
terrenal). Como dice un gitano amigo mío: “eso
tendría que explicarlo este Papa que
parece majo…”
Los protestantes, que eran
unos herejes y burgueses, para acabarla de fastidiar, divinizaron el trabajo. Afortunadamente
luego vinieron los socialistas utópicos y el sindicalismo laborista (que eran agnósticos o ateos; no creían que Dios fuera tan malo y querían abolir el trabajo, por lo menos a destajo) y más tarde el “catolicismo social” ya corrompido por la social-democracia, que decidieron,
contradiciendo la doctrina original, que a la vejez se pudiera realizar el “Retiro Obrero”, siempre que se hubiera
cotizado aunque fuera una perra gorda. Y se inventó la jubilación allá por
cuando “Primo de Ribera” que luego se hizo universal con la “Reforma Política
de la democracia”, con Felipe González, que algo bueno tuvo aunque se juntó con
malas compañías, según dicen.
Ahora el jubilarse empieza a
estar mal visto, y los parados son una carga social para los que trabajan,
porque consideran que solo ellos sufren la penitencia del pecado. Y tienen razón;
La culpa no la tuvo Zapatero, ni ahora el PP; ni la manzana ni el demonio (que en otras cosas si), la tuvieron nuestros primeros
padres, Adán y Eva. Que Dios me perdone por pecar contra el cuarto mandamiento,
pero nuestros primeros padres no deberían entrar en el Cielo jamás, que se
pudran, por lo menos, en el Purgatorio.
O que Dios nos quite ya la
penitencia, puesto que es omnipotente y todo lo puede; ya hemos purgado bastante.
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