lunes, 11 de abril de 2011

COMENTARIO. Rigor o mistificación.

Buscando por las páginas de Internet para conocer las diferentes opiniones que se dan de nuestra Semana Santa Bajoaragonesa y encontrarle "tres pies al gato" sobre la rigurosidad o mistificación que se hace de nuestra tradición, me encontré con todo un artículo de la periodista Macarena Berlín. Me asombré porque, sin nombrarlo, habla de nuestro pueblo y de mi cuadrilla y su experiencia unos años antes. Vuelvo a ponerlo.

No me resisto a trascribir esta parte porque me parece de lo más bonito que he visto escrito. En cuanto a su rigurosidad o mistificación, si exeptuamos lo de " los nudillos sangrantes" (nadie que sepa tocar el tambor o el bombo le sangran los nudillos, ni mancha el parche, ni es un signo de penitencia), esta bastante ponderada; además parece que está enterada y ha captado bien el sentido pasional y paradójico de nuestra Semana Santa.

"Samper de Calanda, 12 de la noche del Jueves Santo. Cientos de túnicas negras de raso brillante, con los “terceroles” (cubrecabezas de metro y medio de largo que enganchan sobre el tambor y cuyo antifaz doblan sobre la frente) y obligatorios guantes blancos que solo utilizarán en los momentos solemnes ya que los nudillos sangrantes de los dedos serán una muestra de orgullo más, esperan tensamente contenidos la llamada “rompida”, o “ el romper de la hora”. En el momento en que el sonido de un clarín suena en el aire, un estruendo brutal como el ronquido de un enorme terremoto parte en mil pedazos el aire. 

Los tambores y bombos arrancan a la vez y una sensación de vértigo se apodera de todos. El enorme sonido, que crece cada segundo más y más, penetra en el cuerpo y se adueña de él desde los pies a la cabeza. Yo me imagino el tremendo desconcierto que deben sufrir las entrañas y el cerebro Pero solo es transitorio, porque poco a poco todo se adapta al estampido, y una sensación de éxtasis entre sofrónico y místico se apodera de cada uno. Al cabo de un tiempo de tocar comienzan a ordenarse en hileras. Empiezan a desfilar para participar en la primera procesión la de la bajada de imágenes por el calvario que atravesando el campo y los montes llegará a la ermita. 

De vuelta, ya en el pueblo, se irán formando las cuadrillas dentro de las cuales varias generaciones juntas no necesitaran preguntar, porque desde la cuna saben de sobra lo que deben hacer en cada momento. Paseando, a eso de las 2 de la madrugada, los grupos integrados por tambores, bombos y los curiosos que tengan el privilegio de conocer a alguien, irán recorriendo las oscuras calles, en medio de la noche, interpretando diferentes marchas cambiándolas a una imperceptible seña del jefe de la cuadrilla: “la palillera”, “la raspa”, “las imagénes”, “el agachadíco” o “la jota” y entablando un duelo fiero al cruzarse con otra cuadrilla para imponer su toque. Solo un gesto de orgullo será el premio a éste triunfo. 

Después un alto en el camino, en la sede de cada grupo con buena comida, servirá para afrontar el duro reto. Durante todas las noche se recorrerán las calles del pueblo sin dejar de tocar. Las casas de los miembros de los participantes aguardan impacientes su llegada con pastas y aguardiente para recuperar fuerzas en las paradas. Si alguno rendido por el sueño se retira, los tambores irán a buscarlo hasta hacerle volver de nuevo. Al alba una privilegiada cuadrilla de la cual alguno de sus miembros tiene una vaquería en el monte se dirigirá “ a recibir el amanecer”, saboreando un maravilloso desayuno mezcla de café con coñac leche caliente y pastas . Volverán a recorrer el pueblo varias decenas de veces, intercalando procesiones a las que todos los tambores tienen que asistir inexorablemente, día y noche casi sin interrupción. Hasta la tarde del Sábado Santo en que se reunirán en la plaza para volver de nuevo al silencio a “arreglar la hora”. Durante un año dormirán los tambores, si no tienen que despertar por algo extraordinario. 

Durante un año se vivirá con emoción la espera de volver a “romper la hora” en el siguiente. Si eres extraño y has vivido la Semana Santa del Bajo Aragón , pero quieres ver otras cosas harás bien pero ¡cuídate siempre! pues a partir de ahora la senda del tambor, como una llamada de la selva, te perseguirá. Y si consigues esquivarla, a las doce de la noche del Jueves Santo, estés donde estés, sentirás en el corazón el incontenible lamento salvaje de los tambores turolenses que te llaman invitándote. ¡Jamás lo olvidarás!"

Publicado por Macarena Berlín
14 de abril de 2007



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