Ya viene el tiempo los “piones”
y de las “arrincaderas”,
solo se quedan en casa
las malas” trebajaderas”
Los españoles hemos atravesado, después de unos buenos años (60, 70, 80 y 90, del siglo pasado que fueron los mejores de toda la historia de España), extremadamente duras en el terreno laboral. Tener un trabajo fijo y bueno para un importante número de jóvenes vuelve a ser casi como un milagro, un regalo del que hay que estar agradecido porque el amigo, la prima o el vecino no lo tienen y lo están pasando francamente mal.
Las vacas flacas instalaron en la
mente de algunos la idea de que darte un empleo era salvarte la vida, sin
importar que las condiciones fuesen malas. “Por lo menos tienes
trabajo”, se ha escuchado en este país durante mucho tiempo.
Después de las décadas prodigiosa
(60-90), en los años posteriores, sobre todo a partir de 2008, han aumentado de
nuevo las diferencias económicas, salariales y las condiciones laborales entre
los diferentes sectores. Mientras en algunos sectores y profesiones han
mantenido o aumentado los salarios y han cambiado a mejor, en otras se han ido
deteriorado y precarizado. Estas han sido sobre todo en la hostelería, la
construcción, el transporte y en alguna parte de los servicios, del comercio
y de la industria. No cumplen con los convenios colectivos, tienen dados de
alta a los empleados menos horas de las que en realidad trabajan, no pagan
horas extra o retribuyen parte del sueldo en negro.
Las pequeñas crisis de los años 80
y 90 del siglo pasado hizo que muchos trabajadores fueran a la calle sin haber
agotado el paro y cobrándolo para insertarse en una nueva ocupación y con una
buena indemnización por despido; también, accedieron a trabajos autónomos de la
hostelería, de la construcción, del comercio, del transporte y en menor medida
de la industria, y ganaron mucho dinero en unos años de expansión de la
industria, la construcción, el turismo, el comercio y el consumo en general, aunque,
los autónomos, no supieron hacer una labor de previsión para su jubilación. La
mayoría de estos se han encontrado, al contrario que los asalariados, con una mala
jubilación.
Tradicionalmente, estos sectores,
ya eran profesiones poco prestigiadas, de clase baja, pero en las últimas
décadas habían conseguido mejorar mucho las condiciones de trabajo y los
salarios hasta el punto de que muchos jóvenes preferían un trabajo en la
construcción que uno de carrera universitaria, un sector, este de las carreras
universitarias, que se ha ido proletarizado, cuando antes era garantía de
trabajo estable, prestigio social y bien remunerado. Pero a pesar de todo siguen
estando de nuevo por encima de las oficialías y del trabajo no especializado.
Un amigo profesor de instituto me decía que a la juventud de ahora le da
vergüenza decir que viven en un barrio obrero. Todo el mundo quiere ser clase
media, tirando a alta, por supuesto. Es más vergonzoso ser de barrio trabajador
que ser “de pueblo”, aunque es en estos barrios obreros metropolitanos
donde vive la inmensa mayoría de la población española.
La situación cambió a peor por
culpa de la crisis económica, de las preferentes y el estallido de la “burbuja inmobiliaria”,
y cuando parecía que se remontaba la crisis apareció el COVID., y para rematar
estalla la guerra en suelo europeo. La reforma laboral eliminó la negociación
colectiva y el poder de los sindicatos salvo en la empresa pública o en las
grandes empresas, pero en estas últimas la estrategia ha sido la de fragmentar progresivamente
la compañía en varias dentro de una misma o externalizando diferentes áreas, de
forma que en una misma factoría y empresa hay, por trabajos similares, varias
tablas salariales y condiciones cada vez peores con contratos transitorios y
condiciones laborales más malas para los nuevos que entran. La división de los
trabajadores y trabajadoras con diferentes salarios por los mismos trabajos es
cada vez mayor y el prestigio de los sindicatos de clase cada vez menor.
Tambien van apareciendo cada vez más los sindicatos corporativos que se dedican
solamente a un área pequeña de asalariados enfrentando a unos trabajadores con
otros. Eso donde hay negociación colectiva, pues en las pequeñas empresas no la
hay porque han desaparecido los sindicatos y los reglamentos laborales y los
convenios de sector no se respetan ni actúa la inspección laboral.
Se da una situación que parece
surrealista; la patronal de determinados sectores dicen que no pueden pagar
salarios más altos, ni siquiera el Salario Mínimo Interprofesional, y ya dicen
sin complejos, que deben pagar media jornada, aunque se haga una entera o que
las horas extras se deben pagar como ordinarias o, incluso, no pagarlas.
Tambien creen que no se debe cotizar por casi nada, es decir; apuestan por el
fraude a Hacienda como medida de presión para que, en realidad, se supriman las
cotizaciones por contratar trabajadores y los impuestos por beneficios. Si les
preguntas por las condiciones que el Estado les obliga en cuestiones de medio
ambiente, salud laboral o garantía de calidad sobre lo que venden, naturalmente
se revuelven contra estas exigencias, aunque luego, ellos, como consumidores
que son, lo exigen donde van a comprar o en los servicios de la Salud y de las
Administraciones Públicas donde son clientes o usuarios. Una esquizofrenia
vamos.
La verdad es que la situación del
pequeño y mediano empresario es muy mala además de caótica; la mayoría no
operan en un mercado libre como les han hecho creer; cada vez más son autónomos
o empresarios de falsas empresas que llamamos “franquicias” o auxiliares,
subsidiarias que dependen de las grandes corporaciones económicas, incluido el
sector agrario, o sea, los agricultores y ganaderos. Más que empresarios, sus jefes,
son encargados y capataces; son micro o pequeños empresarios que no tienen las
ventajas de los asalariados y en cambio no tienen las de un empresario. Están
sometidos a las fluctuaciones de un mercado de ventas que no controlan ni
tienen arte ni parte. Si van bien la cosa ganan a veces bastante durante un
tiempo y si no, a la ruina cuando menos se lo esperan.
El tejido empresarial español está
muy atomizado, es muy débil, dependiente, nada autónomo. Cada vez más empresarios
de las llamadas micro o pequeña empresa operan en un mercado laboral tan
precario como la mayoría de los asalariados. Si hay mucho autónomo o pequeño empresario
no es por vocación si no porque tiene que trabajar en algo y se le invita a que
sea emprendedor. No es extraño que todo el mundo quiera ser funcionario del
Estado (que incluye a las comunidades Autónomas y municipios metropolitanos).
Poco antes de la pandemia, para unas pocas plazas en el Ayuntamiento de
Zaragoza tuvieron que habilitar el Pabellón Príncipe Felipe para hacer las pruebas
de selección. Lo mismo pasa en otras que se convocan en los organismos
oficiales. Acude gente a las pruebas en masa, como si fueran a una manifestación; esto contrasta con la queja de la patronal de sectores precarizados
que insisten continuamente que no encuentran trabajadores para llevar un camión,
camareros o encontrar albañiles.
Nadie parece entender que es lo que
pasa, pero no se trata sólo de una cuestión salarial, como dice el presidente
de EE. UU. o el Papa, nada sospechosos de izquierdistas, que dicen que lo que
tienen que hacer los empresarios es subir el jornal, sino de condiciones generales
de trabajo, aunque no cabe duda de que el sueldo es uno de los aspectos más
importantes del problema. Y aquí la brecha es similar a la de las mejoras
laborales: desde hace varios años, y sobre todo a raíz de la pandemia, hay
sectores que han visto crecer sus salarios cada vez más, como el tecnológico,
mientras que otros han soportado una continua reducción del sueldo y de las
condiciones laborales en general.
Un informe de la Comisión Europea con datos de 2019 señalaba que la desigualdad salarial, social y laboral no ha parado de crecer en España desde principios de siglo, e información similar arrojan las publicaciones del Instituto Nacional de Estadística (INE) al respecto hasta 2019, último año del que se tienen datos.
Según esta información del INE, los
sueldos en la hostelería, el transporte o la construcción estuvieron estancados
desde 2017, mientras que los de las actividades inmobiliarias, sanitarias o de
la Administración pública crecieron a razón de unos 500 euros anuales más en
ese periodo, aproximadamente. Y todo esto sin contar con datos posteriores a la
pandemia, a raíz de la cual esas desigualdades se han acentuado según diversos
expertos.
Así las cosas, y contrariamente al
determinismo que predica el dogma de la economía liberal, muchos de estos
profesionales han decidido plantarse y esperar algo mejor. Lo llamativo es que
lo han hecho en masa, pero sin organizarse, sin manifestaciones ni protestas,
en completo silencio, y, aun así, están golpeando con fuerza la línea de
flotación de muchas empresas, porque sin trabajadores no hay negocio.
A lo mejor es que ha disminuido el
paro laboral, y aquella frase de muchos patronos de que “si no lo quieres tu
tengo cien esperando en la calle” ya no funciona; el atractivo laboral para
que los extranjeros vengan a trabajar a España también se ha acabado; los
buenos profesionales del país se van al extranjero ¿Hasta cuándo? Ya veremos;
ahora está así
La falta de camareros, de
albañiles, de jornaleros o de camioneros, entre otros oficios, demuestra que el
mercado laboral en su conjunto, y no sólo en unos pocos sectores, se encuentra descontrolado; el futuro del trabajo, incierto y nadie sabe predecir sobre su evolución. Autoridades y patronos están asombrados, desorientados y no saben reaccionar.
No entienden que den trabajo y la gente joven y menos joven no quiera trabajar (piensan con perjuicios clasistas no disimulados, que el personal es subdesarrollado y se conforma con una "paguilla" de subsidio por que son unos gandules), o no cobrando nada en el "paro". Tambien se anima desde las instituciones y los medios de comunicación a que sean emprendedores y empresarios "hechos a si mismos", como en las películas americanas, pero pocos se animan también; ven que esto tampoco casi nunca funciona en España.
LAS PRINCIPALES EMPRESAS EN ESPAÑA
SON DE AUTÓNOMOS, MICROEMPRESA, LA PEQUEÑA Y LA MEDIANA EMPRESA.
Autónomo:
Profesional que trabaja por cuenta propia y para diferentes clientes a los que
selecciona. Si no lo puede hacer sería “un falso autónomo”,
aunque también existe la figura del “autónomo dependiente” figura minoritaria
y sometida a determinadas condiciones que está regulada por ley.
Microempresas: son empresas con 10 o menos trabajadores.
Pequeña empresa: entre 11 y 50 trabajadores.
Medianas empresas: tienen entre 51 y 250 trabajadores.
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