martes, 21 de febrero de 2017

ArtiCulo. Restauraciones rigurosas o barbáras.

Hace años, allá por principios de los setenta del pasado siglo, hubo la pretensión, por parte de algunos vecinos de la “Villa”, de derribar el “Arco de San José” por que "no podían pasar los tratores". Afortunadamente no se utilizó la piqueta y se restauró años más tarde. La restauración fue más bien una reforma, pues no fue una restauración rigurosa. Quienes somos poco entendidos y más pragmáticos, como es mi caso quedamos conformes o resignados con lo realizado; quizás no fuera una rehabilitación rigurosa, pero seguramente no era irreversible y tiempo habría para corregirla si venía al caso.
Si el tio Mañé volviera diria que han endrechau la curva

Es que, a veces, en estos pueblos, la alternativa no está entre restaurar bien o mal, sino entre restaurar bien o mal, o dejar que se caiga o lo derriben. Por supuesto que lo restaurado tendría que ser ideal pero eso parece muy complicado y no lo entiendo pues las autoridades tienen medios para conocer como hacerlo y además hay arquitectos institucionales que revisan los casos, creo yo. A lo mejor estoy equivocado.


Desde la Guerra de la Independencia contra los franceses (que nos lo dejaron todo perdido), en España no se restauró ni se reformo casi nada del rico patrimonio urbano de la Edad Media y de la Moderna, hasta hace “cuatro días”; muchas cosas se perdieron definitivamente por cuatro guerras civiles, miseria, incultura, desinterés o especulación ladrillera. Todavía se sigue perdiendo patrimonio por algunas de estas cosas; en Zaragoza por desidia y con la complicidad de la mayoría de los partidos se están dejando perder patrimonio, quizá por especulación urbanística, pero aún así lo recuperado, en los últimos años,
es enorme y el dinero invertido también; no todo el mundo está de acuerdo con
esas inversiones y si se hiciera una encuesta objetiva y desinteresada se vería que es así, pues hay gente que no daría un euro de sus impuestos para estos menesteres. Sin embargo se conocerá esta época, en nuestro país, como la de la gran recuperación del patrimonio; no siempre al gusto de todos, y a veces chapucera, pero, insisto, eso es imposible porque no hay un consenso general, como se demuestra cada vez que hay una restauración en nuestra región por las riñas, trifulcas y críticas que se dan entre restauradores, periodistas, arquitectos, cargos electos y jubilados que vigilan las obras.


El Mormento
No dudo que los intereses dinerarios, el sectarismo político o lo poca voluntad por hacer bien las cosas, con frecuencia, estén también de por medio.

Soy de la opinión de que, cuando hablamos de rehacer, restaurar, rehabilitar o reformar, creemos que estamos hablando de lo mismo, y no estamos hablando de lo mismo. Todos llevamos el prototipo ideal en la cabeza, pero cada cual lo concreta o interpreta de manera distinta; por ejemplo: ¿el “mas de Pataco”, se rehabilitó, se restauró, se reparó o se reformó? porque son cosas que pueden ser iguales pero con frecuencia no lo son; una reforma suele ser un cambio de cantidad o de calidad; se desecha algo de su antigua naturaleza y se incorporan otras, innovadoras o
no. Creo yo que el objetivo, los criterios y la voluntad oficial en relación a ese “mas”, era de reforma y de adecuación a otros usos distintos del que tuvo aprovechando el romanticismo de su anacronismo rústico y el entorno campestre; no el de rehabilitarlo para conservarlo como testimonio riguroso de lo que fue la vida y la labor en el monte de Samper, que es lo que habrían querido algunos pero, no estaban pensando lo mismo.

En cuanto al “fortín”, mi punto de vista es que ya no era oportuno hablar de restaurarlo o rehabilitarlo porque estaba derruido; se ha vuelto a construir, o sea, rehacerlo, “reconstruirlo”. Personalmente no soy muy partidario de las “reconstrucciones” pero si se hacen se tienen que hacer con rigor cuando existe conocimiento objetivo de cómo era y está catalogado como bien protegido (aunque no se que se puede proteger cuando esta ya destruido). Puede haber excepciones; supongamos que se quisiera recrear el antiguo “Portal Alto” del que, si no estoy equivocado, no se sabe nada ni consta documento de su existencia, o la antigua iglesia de la Plaza de la Villa de la que nos habla Alejandro Abadía París; entonces su “reconstrucción” seria arbitraria, inspirada en un modelo imaginado.


Que conste que yo soy de los idealistas y no me gusta la deformación de la cultura o de la historia de los pueblos en beneficio de la rentabilidad turística y consumista, que es lo que se lleva, pero tampoco quiero ser de los puristas, y considero que no todo el patrimonio puede o debe ser objeto de rigor restaurador; no es lo mismo el Calvario y lo que parecen ser restos de muralla, que la casa del ermitaño aunque algunos y algunas tengan una opinión contraria muy estimable.


En muchos pueblos se obliga a respetar las fachadas de algunos edificios civiles o públicos pero no los interiores, porque no sería una medida posibilista, u obligan a construir una fachada nueva acorde con el entorno, dependiendo de si este entorno es un barrio medieval, renacentista o modernista; por ejemplo: no deberíamos hacer una fachada moderna o de vanguardia en la Cuesta de Azaila, aunque las cosas cambian con el tiempo y adquieren una nueva categoría arquitectónica; la Calle Mayor, a pesar ser medieval (creo, si hacemos caso a los libros de historia que se han escrito sobre nuestro pueblo) conserva muy poco de ello a no ser que se haya escondido, y se parece al Altero y a la Calle Nueva que son contemporáneas. Las calles adyacentes a la Calle Mayor (Barrio Bajo, San José, Alamines pueden ser más antiguas aunque las casas de la Plaza de la Villa anexas al antiguo cuartel, parecen modernas. El antiguo ayuntamiento, posiblemente renacentista de estilo aragonés, está casi desaparecido y fraccionado; desconozco su valor, pero es algo que no teníamos que haber perdido.
El cuartel, derribado, de la Guardia Civil, estaba en consonancia con las viviendas adosadas que formaban un conjunto armónico; hubiera sido mejor restaurarlo que tirarlo. Al no haberse construido nada en su lugar y con la manía o la necesidad de hacer plazas de aparcamiento, esta plaza ya no parece plaza, sino una prolongación de la Calle Mayor. Quedan algunas casas de cuando la Plaza de la Villa era la Plaza de la Villa y, allí y alrededores con la Calle Mayor, residían las familias principales hasta la mitad del siglo XIX; Algunas la han arreglado manteniendo su estética acorde con el entorno; Otras fenecieron y han sido sustituidas por nuevas que, en mi modesto entender, no encajan del todo mal, aunque hay quien dice que no. Sería bueno que las que quedan se mantuvieran, convenientemente restauradas o reformadas, al menos en su estética exterior y no se sustituyan por modernidades excéntricas.

De la pobre y vieja parroquia morisca queda, sobre todo, su trazado tortuoso; la “Asociación Cultural los Tambores” ha rehabilitado una de sus casas más emblemáticas y a lo mejor hay otras del mismo tenor. En la calle de Santo Domingo hay una fachada de ladrillo antiguo con ventanales pintorescos.

En los últimos años se han restaurado o recuperando algunas puertas de “arco” que eran mayoritarias en las casas antiguas de Samper y que se escondieron entre el yeso o cemento por una idea cursi de lo moderno o porque a las casas que las contenían accedían familias con pocos recursos y estas puertas eran caras de restaurar y de mantener.

La Plaza de Santo domingo es muy linda pero no se si pega bien (la “Casa Mata” y los portales), con algunos de los edificios nuevos o con su urbanización, que la ha invalidado para ser centro de actividades sociales que es la utilidad que tenía
antes. De todas maneras es preferible verla así que en la decadencia de hace unas décadas. Sus vecinos seguro que la prefieren como ha quedado pero es una pena que esté desaprovechada. Es de esperar que el viejo portal o arco y la casa que lo contiene no se tire y cuando se rehabilite se haga con el mayor rigor posible. (Parece que había mas arcos.)

Así ha sido siempre, lo nuevo no se entiende sin lo anterior y la propia “Casa Mata” parece que sufrió diversas trasformaciones de estilo que dieron con su forma actual, no se si mejor o peor que las anteriores; el castillo o “Fuerte”, sin embargo, está igual que lo dejaron los carlistas (¿o fueron los liberales?), es decir, arrasado, y nadie lo vemos. Ni bien ni mal restaurado lo podemos enseñar. Se trasmutó en los años sesenta en el funcional “Focar”. También habrá que restaurar o reformar algún día este edificio aunque solo sea por salud pública, por mejorar “el impacto ambiental” y por recobrar ese precioso espacio urbano. Inevitablemente habrá que cambiarle un poco el estilo.

También se tiro el lavadero, aunque no era muy antiguo ni tan valioso como el de otras localidades; al igual que los abrevaderos. ¿Y la antiquísima iglesia de la Villa cristiana que se derribó cuando se construyó la actual? ¿De que estilo seria? Hay un boceto interesante por ahí que seguramente saldrá en la Wiki de Samper. Las “fuerzas vivas” y los arquitectos de entonces no le daban valor -que lo tendría- y la derribarían con alegría para construir esta inmensa mole que tenemos ahora, dicen que barroca, de la que estamos tan orgullosos.
Esta casa es de la Villa

De todas maneras es importante que las instituciones y las Administraciones públicas actúen conforme a las leyes de urbanismo, porque es la única manera de que los particulares lo hagamos también. Esto no es una obviedad; en cuestión de vulneración de las leyes relacionadas con la construcción no es el Estado quien más delinque, pero solo se pondrá orden si quien manda las cumple el primero.





Dibujo de Ivona

Dibujo de Ivona







La Torre Calaberas







Las fotografías, además de algunas mías son de la colección de Luis Laín Nicolau, Juanjo Vernet Almolda y Alejandro Abadía París.



4 comentarios:

  1. Guillermo Lázaro22 feb 2017, 21:03:00

    Buen tema para debate.
    Mi punto de vista es que en los últimos años la tendencia ha sido restaurar en exceso.Se ha creado una moda parecida a la de los centros de interpretación que florecen como setas sobre los acontecimientos mas peregrinos.
    Creo que las autoridades autonómicas y locales deberían asesorarse por equipos interdisciplinares de historiadores ,arqueólogos ,arquitectos e ingenieros para concluir que merece la pena rehabilitar y como llevarlo a cabo.Esta selección reduciría notablemente el gasto público que, como has dicho, preocupa a los contribuyentes.
    Otro tema distiinto es el del urbanismo.

    ResponderEliminar
  2. En samper Se ha restaurado muy mal lo del fortin por ejemplo. Los arquitectos como el secretario que tenemos

    ResponderEliminar
  3. Lo del arco de San José fue una mutilación. Y tan mal hecha que veo casi imposible que algún día se pueda arreglar. Y lo peor es que le seguimos llamando "arco". Y lo de los últimos tiempos para enmarcar. No saben.

    ResponderEliminar
  4. La Casa Mata tenía, en su fachada trasera, un paso elevado por el que se accedía al huerto que hay enfrente, que era de la propiedad. A finales de la década de 1950 o principios de la de 1960 el Ayuntamiento pidió a los propietarios que lo eliminaran para permitir el paso de tractores y camiones. Los propietarios a partir de entonces en vez de tener una casa con huerto tuvieron una casa y un huerto. Por cierto, en ese huerto había muchos rosales. Uno, al final del primer bancal, era de rosas granates aterciopeladas, otro de rosas moradas...

    En los años 1970 el Ayuntamiento quiso participar en el concurso de los pueblos más bonitos de España y, sin permiso de la propiedad, encaló la fachada. Para ello quitaron las barandillas de los balcones y, en verano una de las nietas de la propietaria se cayó al ceder una de los balcones más próximos a la Calle de Santo Domingo. Sólo se rompió el hombro.

    Es una casa preciosa por dentro, con escaleras y puertas que no llevan a ningún sitio, que sólo están para guardar simetría. Tiene, o tenía, muchos cuartos pequeños.

    Lo que más miedo daba a los nietos de Dª Dulce era el armario de una de las habitaciones pegadas al Arco de Santo Domingo. En realidad no era un armario, si no una puerta que daba acceso a la capilla del Santo, que estaba tapiado. En ese armario estaban los restos de la antigua cadena de la campana. En la habitación superior, justo encima, que no se utilizaba, existían unos dibujos de la Guerra Civil que mostraban un obispo y unos sacerdotes ante un pelotón de ejecución.

    ResponderEliminar