domingo, 24 de septiembre de 2017

ArtiCulo. Las redes cibernéticas y las lenguas viperinas.

¡Como están las "redes" oigan! No me refiero a las redes esas que servían para pescar peces. Las redes de ahora son las que nos sirven para comunicarnos por Internet, navegar, que se dice, por el ciberespacio virtual, o sea, falsario; "Feibú", "Tuiter" "Guasá" y más que hay por ahí.  A mí me cuesta mucho pronunciarlas bien porque casi todo viene en inglés y no lo estudié, español algo; un poco de francés si que se, pero ahora el francés sirve para poco como no sea para ir a ver la Torre Eiffel o la Costa azul en un viaje de esos del IMSERSO, y ni eso, porque ponen guías que nos llevan por doquier. He intentado aprovechar mi francés mediocre para ver películas como el “Último tango en Paris” (que siempre llego tarde), en la lengua original de Brigitte Bardot, pero es tan mediocre mi francés que lo se leer a duras penas, pero no lo entiendo y cuando lo hablan menos; no me pasa eso con el catalán que ya de pequeño sabía decir “bona nit a Tothom” y, sobre todo, “pa amb tomaca, pernil i bon vi”

Pues en las redes nos ponemos "a parir". Las manías, las filias y las fobias sobre ideas políticas, religiosas o de sentimientos patrióticos se expresan de maravilla, como en un campo de futbol; con buena comprensión y tratamiento exquisito. Se aplica con determinación el pensamiento groseramente correcto. Y no hablo de la gente del común; esa que no tenemos estudios, me refiero a gente con estudios, con carrera; médicos, abogados, incluso académicos, jueces, y sobre todo periodistas, tertulianos y políticos.
Me pregunto cómo personas de alto copete y de ascendencia hidalga, "cristianos viejos" o "revotados" al populismo de nuevo cuño, hablan y escriben tan mal. Antes, los curas, serian lo que fueran, pero hablaban bien, y en mis tiempos los que habían ido al seminario o a la universidad también. Los parlamentarios, por ejemplo, cuando la Segunda República se insultaban con educación; el pistolerismo lo dejaban para los sicarios, que eran cuatro. Esa buena costumbre la siguieron los parlamentarios de la “Reforma Política del 78” que ya no se respeta y los había magistrales, tanto en la derecha como en la izquierda; Incluso el más incisivo y sincero en sus críticas, Julio Anguita, lo hacía con elegancia; criticaba al Rey y a la Monarquía o no iba a la recepción del día de Las fuerzas Armadas y el Rey Juan Carlos aún lo llamaba para que fuera, por lo menos, a tomar vermut. 
Hace poco tuve la oportunidad de oír recitar al que fura Justicia de Aragón, Emilio Gastón, ¡que elegancia para declamar o dirigirse al público! Y no es actor. De Justicia de Aragón no pudo hacer mucho, que no tenía presupuesto, pero te ibas contento cuando te entrevistabas con él (yo fui una vez, pero no me dejaron entrar porque no era jefe de delegación, sin embargo los que si entraron salieron contentos). Tambien Fraga Iribarne sabía hablar, aunque farfullaba un poco. Luego vinieron Felipe y Guerra que hablar hablaban mucho, pero con un estilo ya populista, de comercial que te quiere vender algo que es el que, en el mejor de los casos, se ha impuesto actualmente; que les dio buenos resultados, pues se acercaban a las “masas”, y Aznar, que apenas hablaba y por eso nos creíamos que era listo. Pues hablar poco o no hacer ni decir casi nada se confunde, a veces, con un signo de inteligencia prudente como le pasa a Rajoy. Estaban también Calvo Sotelo o Adolfo Suarez, que se esforzaban en hablar bien; eran sosos pero cultos y dicen que contaban chistes que le hacía reír hasta a la oposición.
A mí no me importa que en el parlamento se digan de todo, se critiquen, se enzarcen y riñan virtualmente; eso se hace también en los parlamentos más serios como el británico o el japonés, pero con clase, no como hooligan, groseros, zafios y analfabetos. Y en las “redes” también; le dijo una mujer con estudios, filóloga nada menos, a Inés Arrimadas de Ciudadanos, “Solo puedo desearle que cuando salga esta noche la violen en grupo, porque no merece otra cosa esa perra asquerosa” Por cierto, un diario madrileño que criticaba esto, decía “Una catalana de Badalona insulta a Inés Arrimada”, como si la insultada no fuera catalana también, bien es verdad que es catalana de Jerez de la Frontera.
Gabriel Rufián, todo un ejemplo de lengua trapo, dice de Coscubiela: “ese era de los que cuando la Transición, sin callos en las manos, iba a decirle a los obreros que mejor no hicieran huelga”. Ignoro si Rufián lleva callos o ha trabajado alguna vez; cobrar cobra bastante como diputado; no es tampoco un izquierdista depauperado como Durruti. Pero Coscubiela tampoco estuvo muy fino con lo que le contestó; con estilo macarra le espetó: “me la refanfinfla”. ¡Hala pues! Es verdad que a veces no te puedes aguantar como Labordeta aquella vez que mandó a los parlamentarios del PP a “casca-la y a la mierda", porque, aunque no se oían, pues quitaron los micrófonos del salón para que no se oyeran, le decían de todo; mochilero, gorrón, palurdo, mal cantante, vete a hacer senderismo…, y no le dejaban hablar.
No estuvo muy fino tampoco Pablo Iglesias cuando renombró a Felipe González lo de la “cal viva”; al menos no era procedente ni oportuno y cuando una cosa no es procedente u oportuna, aunque sea verdad, es una grosería.
Cuando los atentados de Cataluña, el alcalde de Alcorcón, David Pérez, del PP, acusó en Twitter a Ada Colau de allanar “el terreno a los asesinos” al no colocar bolardos en La Rambla y el diputado por Zaragoza Eloy Suárez, eligió esa misma vía comunicativa para cubrirse de gloria cuando comento la entrega de la medalla de honor a los Mossos en la Diada. “¿Es por no hacer nada para impedir 16 muertes y 100 heridos?” ¿Cómo se puede tener este argumentario tan vil y distorsionador alguien que es profesional de la política o de la comunicación?
Y ojo con el guasá que luego ronda por ahí y se entera todo el mundo: un concejal de La Laguna (esta vez del PSOE), se jactaba de “follar” con empleadas que “enchufaba” en el ayuntamiento. ¿Esto que es?, a lo mejor siempre ha sido así, pero ahora somos francos, campechanos y sinceros porque ya no hay impunidad para l@s mal hablad@s y ha desaparecido la hipocresía; “al pan, pan, y al vino, vino”. Luego hablamos del puritanismo de lo políticamente correcto; si aquí solo hay lenguas viperinas.
Menos mal que todavía quedamos gente que no criticamos ni escribimos mal de nadie, dicho sea, con todo el respeto. 

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