miércoles, 16 de agosto de 2017

ArtiCulo. Las Cortes de Aragón piden que se restituyan los fueros suprimidos por conquista de los borbones.

A ver si así nos devuelven los bienes de la Franja y tenemos financiación como la de Navarra, que ya les vale.

Tambien declaramos en las Cortes Nacionales de Aragón, que Aragón es una nación histórica, no una región o paisanaje; se refiere concretamente al concepto moderno de nación incorporado por la ilustración liberal contemporánea.

Hay quien dice que existe la ciencia histórica, que esta se puede enjuiciar de manera rigurosa, analizarla de manera positiva, como en un laboratorio se analiza la sangre que nos sustraen para ver si tenemos colesterol, anemia o si hemos bebido demasiados carajillos. Yo cada vez dudo más de ello y eso que soy un fundamentalista defensor del materialismo histórico; es decir, de que la Historia se puede conocer de manera rigurosa y científica.

Después de la Guerra de la Independencia contra los franceses, la burguesía ilustrada española, aprovechó el patriotismo del pueblo español y el contexto histórico europeo desfavorable ya a los antiguos regímenes señoriales y aristocráticos absolutistas; así que reunieron Cortes en Cádiz y proclamaron la Soberanía Nacional Española. No lo hicieron ya sobre la soberanía del Rey y los estamentos de la Iglesia, los nobles y los hidalgos de casta, sino sobre todos los ciudadanos que pagaban” contribución”. Los jornaleros, alparceros y las mujeres, que eran la mayoría de la población, no tenían voz ni voto; el sufragio universal vendría más tarde. El femenino más tarde todavía. Pero algo era algo.

De esta manera se creó la Nación Española por primera vez en la Historia. Es cierto que muchos liberales románticos llevaron la fecha de fundación de la nación española hasta los tiempos de don Pelayo y Covadonga, o más, hasta Viriato. Luego llegó la extrema derecha de la FET y de las JONS que proclamaron que “España era una unidad de destino en lo universal”, o sea; que la Nación Española fue establecida por Dios cuando creó el mundo, como la nación judía y que, lo que Dios creó, no lo puede separar el hombre.

La mayoría de las elites vasca y catalana no terminaron de comulgar con esta versión de la historia y se crearon otra a su imagen y semejanza. Así, apoyándose unos en la supuesta raza vasca, descendientes puros de la población anterior a la Torre de Babel, y otros convencidos de que perdieron la nación invadidos por los Castellanos (que como todos sabemos era una potencia colonial extranjera), fueron tejiendo un sentimiento identitario tan eficaz como el español, solo que, si esto ocurriera, las Españas restantes se quedarían recortadas sin vascos ni catalanes que son los territorios más ricos después de la comunidad de Madrid. Un recorte más, mismamente como las elites de este Estado, sean españolistas, catalanistas o euscaldunas nos recortan a la población trabajadora las pensiones, los salarios y el sistema de salud pública.

 ¿Que hacemos el resto de las Españas? Pues en Galicia, Valencia, Navarra, Baleares y Canarias ya hay, aunque minoritario, un sentimiento identitario que reivindica su nación, agregada a otra periférica o propia. ¿Y en Aragón en concreto?, pues la izquierda está apuntada hace tiempo, al aragonesismo, es decir, a un sentimiento de identidad regional que siempre ha sido fuerte y bastante progresista (aunque hay una versión conservadora baturra y de derechas), pero ya reivindicamos todos que somos “nacionalidad histórica”, ¿Desde cuándo? ¿Cuándo el pueblo soberano, aunque sea en su versión burguesa, proclamó en Aragón la Nación Aragonesa? Pues en su Estatuto de autonomía, por si no lo sabían; allí se reconoce como “Nacionalidad Histórica”, es decir, como nación, aunque reconoce también una constitución superior (la española), que acepta y declara a España como nación, también, e indisoluble. Una paradoja. Un galimatías.  

Es cierto que hubo un “Dominio” llamado Reino de Aragón (se podía haber llamado igual Señorío, Condado, etc., que para el caso era lo mismo), aristocrático, feudal, de castas terratenientes, que mantenía a sus súbditos en régimen de servidumbre y miseria (siervos de la gleba o jornaleros sin trabajo las más de las veces), salvo una minoría de labradores, comerciantes y artesanos, con escasa influencia, llamados “pecheros” (porque al contrario que los hidalgos o infanzones pagaban contribución), ¿pero nación…?

No hay que confundir tampoco nacionalismo aragonés con los cantones proclamados en el siglo XIX como el de la provincia de Teruel, por ejemplo, y que apenas duraron unos días, pues no se trataba de movimientos secesionistas, sino de conatos revolucionarios de republicanos federales exaltados, como se decía entonces, o radicalizados. Tampoco hay que considerar como una institución nacionalista aragonesa (como se hace ahora), al Consejo Regional de Defensa de Aragón, que se creó a iniciativa de los anarquistas aragoneses (y que ahora le quitan lo de “Regional” porque está mal visto -hasta el PAR se lo ha quitado-), o al proclamado con legitimidad democrática “Estatuto de Caspe”, que no llegó a funcionar por que le llegó antes la guerra, pero, en todo caso, fue una constitución autonómica y regional como el Estado Catalán de la II República.

Personalmente soy partidario de conservar los nombres de instituciones señeras pre-democráticas de la Edad Media como La Diputación General, que en Valencia y Cataluña llaman Generalitat; Las Cortes, como se le llama al parlamento; El Justicia, aunque tenga poco que ver con el Justiciazgo foral, pero, restablecer los fueros…

Mezclado los fueros de los carlistas reaccionarios con el moderno concepto de “Nación histórica”, el popurrí no hay quien lo entienda; bueno, solo no lo entiendo yo, porque todos los aragoneses y aragonesas parece que están convencidos ya (porque no hay que ser menos que los catalanes), que Aragón es nación desde antes de Ramiro el Monje y la “Campana de Huesca” (12 siglos de historia dicen que tiene la Nación Aragonesa), menos el PP, y Ciudadanos que no se enteran de por dónde vienen los nuevos tiempos patrióticos en cuestión de sentimientos nacionalistas y votan en contra de quitar el humillante Decreto de Nueva Planta de los borbones porque están todavía en el unionismo tardo-franquista o en el radical-progresismo demagógico lerrouxiano. Sin embargo tengo que reconocer que nunca escuche hablar a nuestros mayores, a ningún abuelo, de la nación aragonesa, y he conocido a muchos de Izquierda Republicana, socialistas o de la CNT.

¡Qué se pueda hacer ahora!, por supuesto, en teoría y según la Declaración de los Derechos Humanos que firmamos España, somos la ciudadanía libre la que hacemos las leyes y si a Andorra, a Mónaco o a cualquier villorrio de paraíso fiscal le hacen nación, y en la antigua Yugoslavia las potencias occidentales (que son las que cortan el bacalao), han permitido y apoyado que los eslavos del sur de Europa, que hablan una misma lengua, se hayan matado salvajemente entre ellos, construido varias naciones y diversificado su idioma en razón de sus fobias religiosas y tardo-feudales, cualquier sentimiento identitario territorial, aunque sea aldeano, comunidad religiosa o patrimonial, puede convertirse en nación, sin embargo no es necesario reestablecer los fueros y leyes viejas ni hacer películas inventándonos historias que no existieron.

Pero lo que digo: según la historia objetiva (que es una cuestión muy subjetiva), las únicas nacionalidades históricas (y por lo tanto naciones), que ha habido en la Península Ibérica han sido la portuguesa y la española.  Y desde el siglo XVIII o principios del XIX. Antes no.
Enlace: Izquierda y nacionalismo...


                                              Por cierto, yo hago lo mismo.
                                                 Manuel Martín Mombiela

1 comentario:

  1. ¡Muy buen artículo!.De cualquier modo,estos temas identitarios, importantes sin duda para muchos de nosotros, están consumiendo tanta energía que ni la sociedad civil ni por supuesto nuestros representantes políticos están debatiendo un tema de suma importancia. Que modelo de pais queremos desarrollar en el siglo XXI para evitar que nos convirtamos en una Disneilandia llena de camarer@s y animador@s culturales.

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