miércoles, 26 de abril de 2017

ArtiCulo. A vueltas con el populismo.

          Las elecciones francesas, con el fracaso de los partidos tradicionales y los buenos resultados de la extrema derecha y de un centrista difícil de catalogar, además de una posición, en los primeros puestos también, para un izquierdista de nuevo cuño que apela a la Francia insumisa, ha puesto a los tertulianos, politólogos y periodistas a pontificar sobre el avance y el peligro de los populismos. Pero, ¿qué es el populismo que tanto asusta a las personas de orden y conservadoras, incluyendo a las socialistas?

          El populismo era, por antes de la “Guerra del 36”, aquellos movimientos sociales, partidos y facciones políticas de derecha, de centro o de izquierda que proponían una reforma del sistema sin cambiar el sistema. Era una manera de definir algo complejo, trasversal, reformista, con pretensiones regeneracionistas y modernizadoras, pero diferenciándolo tanto de los movimientos revolucionarios anarquistas o comunistas como del reformismo convencional avanzado socialdemócrata o republicano, y del centro-derecha. También diferenciándolos del fascismo o del nazismo de los años treinta.
          En el Populismo podían caber movimientos reaccionarios del campesinado europeo arruinados por la avaricia del capitalismo moderno, de social-revolucionarios rusos pequeñoburgueses y movimientos de liberación nacional de países musulmanes anti-zaristas, de Oriente Medio, etc. y anticolonialistas como Abdel Krim en Marruecos, o los excéntricos revolucionarios mejicanos y sudamericanos (en realidad del centro ideológico), como Pancho Villa, Simón Bolívar y otros de difícil catalogación, etc. A veces se incorporaba a esta lista el socialismo utópico y las corrientes sociales pacifistas tipo Gandhi, Tolstoi, Bertrand Russell y demás.
          En España el liberalismo o progresismo seudo-radical, demagogo y castizo de Espartero, Prim; de Ruiz Zorrilla y Alejandro Lerroux, o algunas corrientes del catolicismo social y del movimiento agrario conservador.
          Luego se metió en esta clasificación a los regímenes bananeros de América y África, al peronismo (con facciones de derecha, centro e izquierda) y más actualmente a los neo bolivarianos como los coroneles peruanos, los de Evo Morales y los chavistas venezolanos, etc. y, por si fuera poco, son populistas también grupos electorales ultra liberales o “neocom” como los de Jesús Gil y Ruiz Mateos.
          Hoy se empeñan en meter a Podemos o a la extrema derecha europea en este paquete de populismo. Pero ya no estamos en un contexto de países subdesarrollados y aquellas categorías no cuadran en el organigrama moderno; la derecha biempensante les teme porque no sabe de dónde vienen, y lo que es peor, ni a donde van, y la Izquierda clásica y ortodoxa los interpreta mal; no entiende a los que están en su campo de la izquierda y tratan, a los populistas de derecha, como neofascistas, cuando la mayoría son reaccionarios pero muy diferentes del fascismo de los años treinta. El Frente Nacional Frances, por ejemplo, no busca acabar con el sistema republicano laico francés, ni fundar un régimen militarista totalitario; se encuentra cómodo en la democracia burguesa y capitalista. Simplemente discrepa de la incompetencia de los burócratas políticos europeos “maricomplejines”, como diría nuestro paisano Federico Jiménez.
          En fin, no entenderlos es la mejor manera de ser sobrepasados por estos, algo que le sucedió a IU, a pesar de Julio Anguita y su joven dirigente actual, que, como aquel, sigue siendo incomprendido en su propia organización.
          ¿Por qué el populismo, o esto que llaman populismo, si es reformista y regenerador, causa tanto miedo? Pues porque hay gente que a pesar de la crisis lo está pasando muy bien; vamos, que la crisis no le afecta o incluso ha salido ganando; también por inercias ideológicas conservadoras o porque prefiere malo conocido a bueno por conocer. Además, porque el populismo nuevo, como el anterior, no es homogéneo, es mal entendido en las generaciones mayores al igual que las generaciones jóvenes no entienden a los partidos viejos; es inmaduro, el populismo moderno, en muchas cuestiones como no puede ser de otra manera en formaciones jóvenes; es muy crítico pero tiene poca tolerancia para afrontar las criticas (ahora que tienen parcelas de poder institucional), por parte de los viejos partidos que están muy bregados y arraigados en los aparatos del Estado y en su relación con los poderes facticos económicos y de los medios de comunicación que controlan, que son casi todos, además de la Justicia. También porque los nuevos han heredado actitudes dogmáticas y sectarias de la antigua política (eso no desaparece por generación espontánea como creen), y porque algunos populismos, sobre todo los reaccionarios y de derecha, tienen una carga grande de irracionalidad, nacionalismo exclusivista, racismo o están dirigidos por sicópatas tipo Trump que dan miedo de verdad.
          Pero los viejos son viejos y van de “capa caída”, son incapaces de regenerarse y cada vez les cuesta más el dar solución a los problemas de la gente que lo está pasando mal o a las inquietudes y aspiraciones de los nuevos miles y miles de jóvenes cuadros medios y universitarios que han aparecido en la sociedad moderna pero no tienen ni el trabajo ni la seguridad que se les había prometido. Se les está perdiendo el respeto por incompetentes (más que por corruptos) y porque no dan lo que tanto tiempo han prometido. Se ha agotado su modelo, que en otro tiempo pudo ser productivo, y han fracasado socialmente pero no lo quieren reconocer.
          Los viejos partidos van a menos; lo podemos ver en cada elección que se hace en los países europeos. Aguantarán, resistirán más o menos tiempo, pero al final morirán. Y lo que viene, nos guste más o nos guste menos, es lo que hay y lo que habrá. Nos llevarán a la derrota o al desastre, o a la gloria; pero nos llevarán a algún sitio. Los viejos ni a una cosa ni a la otra; a retroceder en la historia. Solo saben ya “estar”, carecen de ideas para afrontar los problemas, que para bien o para mal, han creado ellos y son los auténticos responsables, no los nuevos que, al fin y al cabo, vienen con ideas y alternativas novedosas y frescas. El único acto creativo de los viejos es decir que “viene el lobo”, cuando las ovejas le tienen cada vez más miedo al pastor y al perro del pastor, que al lobo.

          Siempre ha sido así. Cuanto más dure lo viejo, peor para la nación o el país. Se quedará rezagado. Nosotros, los españoles, que siempre nos hemos quedado rezagados deberíamos haber aprendido ya.
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